Brigada de México, II crónica: Los panchos, un oasis en el desierto de hormigón
Con una población de 22 millones de habitantes, la ciudad de México DF es un gigante de hormigón y cemento que no deja de crecer. Sumida en el caos, la ciudad de México crece hasta donde alcanza la vista sin ningún plan urbanístico. La consecuencia directa de esta masificación es la precariedad, casas minúsculas que se construyen con una construcción defectuosa y a falta de recursos mínimos como agua corriente o luz. A esto hay que añadirle el alto precio del suelo, precios desmesurados al alcance de muy pocos, la especulación descontrolada está a la orden del día en esta ciudad.
Todo esto se da ante la mirada despreocupada del gobierno y las instituciones, que permiten a las constructoras y promotoras la construcción ilegal. En caso de haber una regulación urbanística esta siempre afecta al más desfavorecido y al que ya construyo su casa como pudo.
Ante esto no todo el mundo se conforma. Son muchos los que han decidido luchar y hacerle frente al problema de la vivienda por sus propios medios. La organización FPFVI (Frente Popular Francisco Villa Independiente) se formo a finales de la década de los 80, este organización influenciada por los movimientos de los 60 y 70, tiene como fin hacerle frente a la situación de precariedad que sufren la gran mayoría de los mexicanos.
Sus primeros pasos se encaminaron a la acumulación de fuerzas y la movilización popular para pasar ha darle una solución real al problema mas evidente que era la vivienda. Han sido muchos los proyectos encaminados posteriormente y algunos de ellos han llegado a buen puerto. Como el caso de varias colonias en la capital Mexicana. Viviendas construidas sobre terrenos ocupados que se basan en el trabajo comunal. Estas colonias han sido construidas por y para la comunidad con la motivación de que otra vida es posible. A pesar de que queda mucho trabajo, las colonias tienen un funcionamiento completamente autónomo, la comunidad se encarga y decide sobre todas las tareas y obligaciones desde seguridad hasta limpieza. Pero estas colonias no solo suplen la necesidad de una vivienda digna, son también una manera de vida y un foco de lucha. Sus bases son la democracia participativa y la solidaridad. De esta manera, se rigen por sus propias normas y valores y toman las decisiones de forma asamblearía, de forma que las necesidades y deseos de todos son escuchados, al igual que toda la comunidad desde los más pequeños hasta los más mayores, se comprometen a trabajar por ella.
Uno de los ejes principales en la actualidad es el proyecto cultural que esta madurando, proyecto que no es nuevo pero que se esta impulsando ahora más que nunca, ya que se entiende como clave de cambio y pilar para la construcción de otro modelo de vida. Dentro de este proyecto uno de los retos principales es la construcción de una escuela propia. Una escuela administrada por la comunidad, sin ninguna imposición por parte del estado, que promueva valores como la colectividad, la solidaridad, el sentido crítico… una cultura desde abajo que responda a las necesidades de la comunidad.
En definitiva, podemos afirmar que los panchos muestran día a día que es posible hacerle frente a la situación impuesta y construir en común un modelo de vida alternativo.