Carta a la madre de Abdiweli Abdullahi Sheikh
Termino esta carta deseando que todas las madres, las de aquí y las de allá, podáis abrazar pronto a vuestros hijos, forzosamente alejados de sus familias y amig@s. Y espero que esta situación suponga un punto de inflexión que desemboque en la única solución lógica, justa y duradera: que se os respete.
Te escribo estas líneas sabiendo que es muy poco probable que las puedas llegar a leer algún día, aunque me gustaría que así fuera. Hablamos diferentes idiomas, tenemos diferente cultura, 6.500 km en línea recta separan Euskal Herria, un pequeño pueblo del que probablemente nunca hayas oído hablar, de las costas somalíes. Por mi parte, lo poco que sé (o creo saber) de Somalia es lo que he leído cuando una invasión gringa, una hambruna o algún incidente maritimo la convierte en noticia. Sin embargo, me gustaría conocer más de vuestra situación y, especialmente, que pudieras hablarnos de tu hijo preso, de sus problemas, del futuro que tenía en Somalia y de las circunstancias por las que según parece participó en el asalto al Alakrana. Tu testimonio, tu tristeza diaria, es importante, aunque no le pongamos rostro. A poca gente por aquí le importa. La empatía no es un valor en alza en estos tiempos y desde hace mucho perdió la partida contra el simplismo, la superficialidad y el acriticismo. Por aquí pocos dudan de que nosotros somos los buenos y los “piratas” los malos. “Seres desalmados” frente a “simples trabajadores” como el otro día resumió un tertuliano de esos que esparcen su prepotencia e ignorancia con la misma banalidad con la que se esparce la margarina en una tostada. Pensándolo bien, vuestros “piratas” son incluso afortunados en cierta medida. Casi nadie se cuestiona la etiqueta de “piratas” pero (todavía) no se les ha endilgado la de “terroristas”, aunque tal vez no haya mucha diferencia. Contra ambos todo vale, aunque dichas etiquetas se expidan de forma unilateral desde la arrogancia occidental. La audiencia tiene claro su cómodo e irreflexivo veredicto. Los ha declarado culpables, mientras degusta vuestros pescados sin saber siquiera de donde proceden.
Vosotr@s sabéis mejor que nadie que lo que ha estallado estos últimos meses no es algo nuevo. Desde diversos medios algunas organizaciones somalies internacionales llevan años denunciando una situación insostenible que enturbia aún más ese futuro incierto del pueblo somalí. Las denuncias de vertidos de uranio radioactivo, de residuos tóxicos y de desechos de hospitales datan ya de 1992. La aparición de multiud de bidones con todo tipo de desechos en vuestras costas como efecto del tsunami simplemente lo vino a corroborar, como señalara Nick Nuttall, portavoz del Programa del Ambiente de Naciones Unidas (UNEP).
Vosotr@s, habitantes de la costa conocéis perfectamente los efectos de la denominada pesca ilegal, no declarada y no regulada. La High Seas Task Force, ente interministerial de diversos estados, estimaba en 94 millones de dólares el producto de robo de pescado a Somalia en 2005, mientras que la propia FAO calculaba que ese mismo año 700 embarcaciones se dedicaban a la pesca ilegal en vuestras aguas, utilizando en muchas ocasiones prácticas prohibidas. No deja de ser un sarcasmo que la etiqueta de “pirata” se reserve únicamente para vosotr@ss y nunca para quien, tras arrasar los mares de casa, se dedica a asaltar los mares ajenos, afectando gravemente vuestro medio de vida.
El no disponer de una mínima estructura de estado que pueda velar por la soberanía de vuestros mares ha permitido que se conviertan en vertedero y en territorio preferente de pillaje. Sin posibilidad de patrullaje oficial y ante tamaño expolio no debería ser tan difícil de comprender el que los pescadores se organizasen para defender su sustento constituyéndose en guardacostas voluntarios de Somalia. Habrá quien a mar revuelto aproveche para sacar ganancia, pero debería ser bastante fácil de entender que lo que sucede en las costas somalíes tiene unas causas y hay que abordarlo desde su integridad y su complejidad, comenzando por respetar a los pueblos que habitáis esas costas. Te parecerá increíble, pero en los grandes medios no se plantean estas cuestiones. El debate gira en si la negociación del gobierno español ha sido adecuada, en si se deben enviar soldados profesionales o mercenarios a los barcos, y en cuál es la edad de tu hijo. Sí, en esas está el debate.
Pero tu hijo y sus compañeros no están enfrentándose a cualquiera, no. Están desafiando a estados imperialistas, explotadores de pueblos, estados arrogantes que nunca reconocerán su responsabilidad y errores. Su preocupación máxima, lo que nos les deja dormir, es cuál es la imagen que se está trasmitiendo a sus ciudadanos y al mundo. Su pánico es que unos “piratas” pongan en jaque a estados armado con fragatas. Existen sobrados ejemplos por todo el mundo de masacres firmadas bajo un irracional orgullo patrio, y demasiados admiradores de Fujimori (embajada de Japón tomada por el MRTA) y de Putin (teatro Dubrovka, escuela de Beslan...), dispuestos a asumir una matanza antes que “ceder al chantaje”.
Frente al dicho de que no se le pueden poner puertas al campo, no tendrán problema para intentar poner puertas al mar si hace falta. Se consulta a los sionistas, que tienen buena experiencia en eso de construir muros, y adelante. Muchas empresas, entre ellas tal vez algunas vascas, pujarán por adjudicarse la contrata de las obras y nos lo venderán como una medida para salir de la crisis.
O pueden ser más expeditos. Pueden decidir que la forma de terminar con el problema es acabar con los somalíes susceptibles de emprender acciones contra los barcos que os expolian, y dar así comienzo a una nueva invasión. Sobre miles de cadáveres somalíes se puede reactivar la industria militar en la que toman parte los estados que en estos meses envían allá a sus fragatas. Esta opción también podría de rebote beneficiar a alguna empresa armamentística vasca evitando algún ERE y el despido de varios simples trabajadores que “simplemente” fabrican armas para mantener a sus familias asumiendo que el producto de su trabajo matará a otras familias, más pobres que las suyas y de las que nunca tendrán noticia.
No hace falta que te lo diga. Ya lo sabéis bien. La denominada comunidad internacional no os ayudará. Como mucho os enviará alimentos mientras permite que os roben los peces y os rompan la caña de pescar. La pasividad de la ONU, cuando no incluso complicidad, con las recientes masacres en Gaza y en Tamil Eelam son suficientemente clarificadoras. Igual que ha dado el visto bueno a la militarización de la zona para escoltar al ladrón, no tendrá ningún problema en dar nuevos pasos que os ahoguen más. De la misma forma que ningún soldado sionista ha pagado por un crimen cometido contra los palestinos nadie ha sido investigado, ni lo será, por llevarse por delante a los somalíes que puedan suponer un “peligro”. Los recién estrenados mercenarios de cubierta, además de realizar su modesta aportación por reactivar la actividad económica, saben hacer bien su trabajo. Son profesionales. Eliminarán el objetivo, sin preguntarse qué hay detrás de ese objetivo. Sin preguntarse “¿qué es lo que estoy haciendo yo aquí?”. Una vez más, como tantas ya en la Historia, quedará de manifiesto que sólo el pueblo salva al pueblo.
Antes de finalizar, y sin pretender establecer paralelismos simplistas, debes saber que aquí, en un pequeño pueblo que tampoco puede decidir libremente sobre cómo gestionar sus recursos naturales y ni siquiera si quiere ser o no parte de la explotación de otros pueblos, también existen personas que intentan comprender vuestra situación, que les indigna tamaña injusticia y que repudian toda la basura mediática que se vierte estos días. De la extensión de dicha conciencia crítica, solidaria e internacionalista dependerá también que, en el futuro, Euskal Herria sea un pueblo libre y respetuoso con los demás pueblos o que siga en el barco de los explotadores.
Termino esta carta deseando que todas las madres, las de aquí y las de allá, podáis abrazar pronto a vuestros hijos, forzosamente alejados de sus familias y amig@s. Y espero que esta situación suponga un punto de inflexión que desemboque en la única solución lógica, justa y duradera: que se os respete.
Iban Ibai
Iñaki Maceo