Our South Africa Moment Has Arrived
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By Omar Barghouti
Introduction
As Israel shifts steadily to the fanatic, racist right, as the latest parliamentary election results have shown, Palestinians under its control are increasingly being brutalized by its escalating colonial and apartheid policies, designed to push them out of their homeland to make a self-fulfilling prophecy out of the old Zionist canard of “a land without a people.” In parallel, international civil society, according to numerous indicators, is reaching a turning point in its view of Israel as a pariah state acting above the law of nations and in its effective action, accordingly, to penalize and ostracize it as it did to apartheid South Africa.
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Ha llegado nuestro momento sudafricano
Introducción
Mientras Israel gira continuamente hacia una derecha fanática y racista, tal como han demostrado los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, los palestinos que están bajo su control son tratados cada vez peor por sus cada vez más dura políticas coloniales y de apartheid, diseñadas para echarlos de su patria con el objetivo de hacer una profecía de autocumplimiento a partir de la vieja mentira sionista de “una tierra sin pueblo”. De forma paralela, según muchos indicadores la sociedad civil internacional está llegando a un momento decisivo en su percepción de Israel como un Estado paria que actúa por encima de la ley de las naciones y, en consecuencia, también en su acción efectiva para penalizarlo y aislarlo como hizo con el apartheid sudafricano.
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Ha llegado nuestro momento sudafricano
Introducción
Mientras Israel gira continuamente hacia una derecha fanática y racista, tal como han demostrado los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, los palestinos que están bajo su control son tratados cada vez peor por sus cada vez más dura políticas coloniales y de apartheid, diseñadas para echarlos de su patria con el objetivo de hacer una profecía de autocumplimiento a partir de la vieja mentira sionista de “una tierra sin pueblo”. De forma paralela, según muchos indicadores la sociedad civil internacional está llegando a un momento decisivo en su percepción de Israel como un Estado paria que actúa por encima de la ley de las naciones y, en consecuencia, también en su acción efectiva para penalizarlo y aislarlo como hizo con el apartheid sudafricano.
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Ha llegado nuestro momento sudafricano
Introducción
Mientras Israel gira continuamente hacia una derecha fanática y racista, tal como han demostrado los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, los palestinos que están bajo su control son tratados cada vez peor por sus cada vez más dura políticas coloniales y de apartheid, diseñadas para echarlos de su patria con el objetivo de hacer una profecía de autocumplimiento a partir de la vieja mentira sionista de “una tierra sin pueblo”. De forma paralela, según muchos indicadores la sociedad civil internacional está llegando a un momento decisivo en su percepción de Israel como un Estado paria que actúa por encima de la ley de las naciones y, en consecuencia, también en su acción efectiva para penalizarlo y aislarlo como hizo con el apartheid sudafricano.
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Ha llegado nuestro momento sudafricano
Introducción
Mientras Israel gira continuamente hacia una derecha fanática y racista, tal como han demostrado los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, los palestinos que están bajo su control son tratados cada vez peor por sus cada vez más dura políticas coloniales y de apartheid, diseñadas para echarlos de su patria con el objetivo de hacer una profecía de autocumplimiento a partir de la vieja mentira sionista de “una tierra sin pueblo”. De forma paralela, según muchos indicadores la sociedad civil internacional está llegando a un momento decisivo en su percepción de Israel como un Estado paria que actúa por encima de la ley de las naciones y, en consecuencia, también en su acción efectiva para penalizarlo y aislarlo como hizo con el apartheid sudafricano.
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Las comunidades palestinas de Jerusalén, Jaffa, Hebrón, el valle de Jordán y el Naqab (Negev), entre otras, han estado sometidas recientemente a algunas de las peores y continuas campañas israelíes de limpieza étnica con el objetivo de “judaizar” su espacio. Qalqilya está asfixiada por el Muro del apartheid que la rodea por todas partes, mientras que Nablus está sometida a un constante asedio. Hace unos meses la comunidad palestina de Acre fue brutalmente atacada por judíos fundamentalistas y xenófobos en uno de los peores pogromos de los que han sido testigo los palestinos de Israel. Gaza sigue destacando hoy como una prueba de nuestra humanidad común y nuestra indispensable moralidad. Un minucioso análisis del papel desempeñado por occidente y por algunos gobiernos árabes en relación a la criminal guerra de agresión de Israel contra Gaza demostrará un rotundo fracaso en ambos. Durante todo el atroz ataque, el occidente oficial junto con los gobiernos de Egipto, Arabia Saudí, la Autoridad Palestina de Ramala y los dirigentes de la ONU [1] fueron cómplices voluntarios de las graves violaciones por parte de Israel del derecho internacional y de los derechos humanos fundamentales.
En unas palabras que pueden ser utilizadas con bastante corrección para describir a Israel, Robert Kagan, un destacado ideólogo neo-conservador, justifica las tendencias hegemónicas como una prerrogativa de los más poderosos [2]:
“Estados Unidos permanece envuelto en la historia y ejerce su poder en el anárquico mundo hobbesiano en el que no se puede contar con la legislación y las normas internacionales, y en el que la verdadera seguridad y la defensa y promoción de un orden liberal siguen dependiendo de la posesión y uso del poder militar”.
Fiel a este paradigma, Israel ha mantenido durante décadas un régimen de ocupación, colonización y apartheid sobre la población originaria de Palestina por medio de la “posesión y uso del poder militar”, junto con la indispensable connivencia de las potencias occidentales cuya generosidad incondicional ha permitido a Israel durante seis décadas mantener y desarrollar su polifacético sistema de opresión colonial contra el pueblo palestino.
Contribuyendo al bloqueo ilegal y a la criminal guerra contra Gaza, la Unión Europea y otros Estados occidentales han llegado a un estadio cualitativamente diferente de complicidad y se han convertido, de manera más flagrante que nunca, en cómplices totales de la política israelo-estadounidense de minar el imperio de la ley y de apoyar en su lugar la ley de la selva, promoviendo con ello la profecía de autocumplimiento de Bush-Bin Laden de un mundo dicotómico dividido quirúrgicamente entre el bien y el mal y en el que cada lado considera al otro el mal.
En respuesta a esta alianza fatal del capitalismo salvaje en occidente con el racismo, la exclusión y el sometimiento colonial israelíes, el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) a Israel presenta no sólo una forma de resistencia civil no violenta progresista, antirracista [3], elaborada, sostenible, moral y eficaz, sino que es una oportunidad real de convertirse en la catálisis política y el ancla moral de un movimiento internacional fortalecido y vigorizado capaz de reafirmar los derechos de todos los seres humanos a la libertad, la igualdad y la dignidad, y el derecho de las naciones a la autodeterminación.
Gaza: la complicidad occidental en los crímenes de guerra
Ya en 2007, Richard Falk, un destacado experto en derecho internacional de la Universidad de Princeton y actual Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) calificó el asedio israelí a Gaza apoyado por occidente de “preludio al genocidio”[4] y, más adelante, de “Holocausto en gestación” [5]. Falk, que es judío, argumentó que el asedio es especialmente alarmante porque expresa de manera vívida “un intención deliberada por parte de Israel y sus aliados de someter a toda una comunidad humana a unas condiciones que ponen en peligro la vida humana y que son de una crueldad sin paliativos” [6].
Utilizando un lenguaje más diplomático, Sara Roy [7], una experta de la Universidad de Harvard en desarrollo en los TPO, acusa a la UE y a Estados Unidos de complicidad con una política deliberada israelí de “des-desarrollo” de los TPO que cercena toda posibilidad de crear una Estado palestino independiente y soberano. Roy argumenta que al proporcionar a los palestinos “unos beneficios tangibles, como ingresos más altos y una mejora de las infraestructuras” la UE esperaba comprar el apoyo palestino a unas concesiones fundamentales en las denominadas “negociaciones de paz”. Y concluye: “se abandonó la lógica del derecho internacional en interés de mantener un fallido proceso político”.
Un examen del asedio israelí a Gaza, la mayoría de cuya población son refugiados a los que los sionistas (y más tarde Israel) desplazaron por la fuerza durante la Nakba de 1948 [8], puede arrojar luz a esta política de “des-desarrollo” que, como lo consideran la mayoría de los expertos, equivale a un castigo colectivo. Durante este asedio que todavía continua (desde hace ya 21 meses), más del 80% del millón y medio de palestinos encerrados en la “mayor cárcel al aire libre” del mundo han sido castigados a la pobreza y a depender de la ayuda humanitaria internacional; toda la infraestructura económica ha sido diezmada sistemáticamente, más del 95% de sus fábricas han tenido que cerrar lo que ha provocado una pobreza y un paro que se sitúa en unos índices inferiores a los subsaharianos; la instituciones educativas no han podido funcionar debidamente a causa de la falta de combustible y de electricidad durante largos periodos; el sistema sanitario está a punto de colapsar y cientos de pacientes que necesita cuidados médicos críticos, especialmente los pacientes de cáncer y de enfermedades renales, han muerto después de que se les denegara el acceso a instalaciones médicas fuera de Gaza.
Los efectos a largo plazo del asedio son aún más sobrecogedores [9]. Según al Organización Mundial de la Salud, la desnutrición crónica y las enfermedades relacionadas con la dieta han aumentado de forma alarmante, lo que ha provocado que se dispare el número de bebés que nacen con bajo peso, la anemia en más de dos tercios de los niños de hasta un año y raquitismo en cerca del 13.2% de los niños menores de cinco años. Además, se han empezado a propagar desenfrenadamente enfermedades que son prevenibles. Miles de personas, la mayoría niños, han sufrido graves problemas auditivos debido al uso intenso y continuado de bombas sónicas durante semanas. Estudios sanitarios han demostrado que en el futuro toda una generación de niños palestinos de Gaza sufrirán graves problemas de desarrollo y mentales durante muchos años. También hay ya un significativo a aumento del índice de incidencia del cáncer y de otras enfermedades mortales relacionadas directamente con la contaminación provocada por Israel y con el hecho de que éste niegue la atención médica.
Karen Abu Zayd, Comisionada General de UNRWA, advirtió del devastador impacto del asedio israelí [10]:
“Gaza está al límite de convertirse en el primer territorio que es reducido intencionadamente a un estado de indigencia abyecta con el conocimiento y el consentimiento de la comunidad internacional y se podría decir que alentado por ella … El trabajo humanitario y de desarrollo humano nunca ha sido un trabajo que funcione en un medio carente de esfuerzos constructivos para resolver un conflicto o tratar sus causas subyacentes. Además, el trabajo humanitario está profundamente minado en un contexto en el que hay una complicidad implícita o activa para crear unas condiciones de sufrimiento generalizado”.
Es este aspecto del asedio, el proceso que lleva a la muerte lenta de miles de personas y a inhibir el desarrollo de una generación de niños palestinos, lo que llevó a la reveladora descripción hecha por Falk del asedio de Israel como actos constitutivos de genocidio.
La ex-ministra de educación israelí y dirigente de izquierda, Shulamit Aloni, adoptó hace años esta denominación de las políticas de Israel respecto a los palestinos que están bajo su ocupación. Ya en 2003, ella condenó una atrocidad israelí que parece nimia en comparación con las masacres que Israel acaba de cometer en Gaza al afirmar [11]:
“Así que todavía no existe un genocidio del terrible y único estilo del que nosotros fuimos víctimas en el pasado. Y como me dijo uno de los inteligentes generales [israelíes], nosotros no tenemos crematorios ni cámaras de gas. ¿Es consecuente con la ética judía todo lo que no sea esto? ¿Oyó él alguna vez cómo todo un pueblo decía que no sabía lo que se estaba haciendo en su nombre?”.
Y esto se dijo antes de la devastadora masacre en Gaza.
Según respetadas organizaciones de derechos humanos activas sobre el terreno, la ofensiva militar israelí de 23 días que empezó el 27 de diciembre de 2008 provocó la muerte de más de 1.400 palestinos, aproximadamente un 83% de los cuales son civiles [12] y la destrucción completa o parcial de miles de hogares, de la principal universidad, de 45 mezquitas, de varios ministerios incluyendo los de Educación y Justicia, de decenas de escuelas [13], de un hospital del Creciente Rojo y de decenas de ambulancias [14] y clínicas, así como de miles de fábricas y pequeñas empresas. Se cometieron varias masacres que están bien documentadas. En un tono inusualmente duro, el Comité Internacional de Cruz Roja (ICRC, en sus siglas en inglés, como todas las que vienen a continuación) [15] acusó a Israel de no haber proporcionado atención médica a los heridos y de haber impedido que la ayuda médica llegara hasta ellos, lo que provocó que se desangraran hasta morir. Ambas cosas son graves violaciones del derecho humanitario internacional. Más de 400 niños palestinos murieron durante las tres semanas de bombardeos, muchos de ellos a causa de las quemaduras provocadas por el uso ilegal por parte de Israel de bombas de fósforo blanco.
En el primer día de su ataque a Gaza el ejército israelí causó una destrucción generalizada de la infraestructura civil y mató a casi 200 civiles palestinos, muchos de ellos estudiantes de policía que no eran combatientes, mientras que no murió ningún civil israelí. Sin embargo, los dirigentes occidentales emitieron rápidamente declaraciones expresando su preocupación por la pérdida de vidas y por el sufrimiento de “ambos bandos”, culparon a la resistencia palestina de haber provocado estas atrocidades y absolvieron a Israel de toda responsabilidad con el pretexto de su “derecho a defenderse”.
Sin embargo, destacados juristas internacionales [16] rechazaron categóricamente el argumento de su auto-defensa esgrimido por Israel y le acusaron de cometer crímenes de guerra. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Secretario General de ésta han pedido una investigación imparcial e independiente de los crímenes de guerra. Amnistía Internacional [17], Human Rights Watch [18], las principales organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem [19], la Federación Internacional para Derechos Humanos (FIDH) y la Red Euro-Mediterránea de Derechos Humanos [20], entre muchas otras organizaciones, han acusado igualmente a Israel de cometer crímenes de guerra y han rechazado tajantemente su afirmación de que ejercía su derecho a defenderse, particularmente puesto que Israel fue el primero en violar el acuerdo de alto el fuego con Hamás de junio de 2008 el día 4 de noviembre cuando atacó y mató a 6 resistentes sin que mediara provocación alguna.
Gerald Kaufman, un judío veterano diputado del Parlamento británico por el Partido Laborista comparó alguna de las acciones israelíes con las de los nazis [21]. Lo mismo hicieron Noam Chomsky [22] y el superviviente del Holocausto y académico, Hajo Meyer [23], del grupo A Different Jewish Voice de los Países Bajos. Haciéndose eco de Kaufman, Chomsky y Meyer, destacados intelectuales y académicos británicos judíos compararon Gaza con el Ghetto de Varsovia en una carta publicada en The Guardian [24] y lo mismo hizo la Red Internacional Judía Antisionista en el Día de Conmemoración de Holocausto de este año [25].
Otras políticas coloniales y de apartheid de Israel
Además de Gaza, la sociedad civil palestina y un número cada vez mayor de influyentes abogados de derechos humanos reconocen que el régimen de Israel sobre el pueblo originario de Palestina constituye ocupación, colonización y apartheid. Específicamente, la opresión desde hace décadas por parte de Israel adopta tres formas básicas que son el centro del llamamiento palestino al BDS [26]:
(1) La prolongada ocupación y colonización de Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén y otros territorios árabes,
(2) El sistema de discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel,
(3) La persistente negación de los derechos, sancionados por la ONU, de los refugiados palestinos, el principal de los cuales es su derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares originarios según la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU.
Acabar con estas tres formas de opresión es el requisito mínimo para lograr una paz justa en nuestra región.
La más importante de estas tres injusticia es, sin lugar a dudas, la negativa por parte de Israel del derecho de los refugiados palestinos a retornar. El centro de la cuestión palestina siempre ha sido la difícil situación de los refugiados que fueron limpiados étnicamente durante la Nakba y continúan siéndolo desde entonces. El hecho de que los refugiados son la mayoría del pueblo palestino unido a sus sufrimientos en el exilio desde hace sesenta años supone el reconocimiento de sus derechos básicos, incluyendo el derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares de origen, lo cual es la prueba decisiva de la moralidad de cualquiera que sugiera una solución justa y duradera para el conflicto palestino-israelí. Aparte de los derechos morales y legales, negar los derechos de los refugiados palestinos garantiza la perpetuación del conflicto [27].
Por lo que se refiere a la ocupación [28], nada expresa su profunda injusticia tanto como el colonial Muro de Israel. A pesar de las graves repercusiones que tiene el Muro sobre los medios de vida palestinos, su medio ambiente y los derechos políticos, prácticamente todos los judíos israelíes lo apoyan [29]. Sin embrago, el ex- ministro israelí de Medio Ambiente, Yehudit Naot, protestó por este aspecto específico (medioambiental) del Muro afirmando [30]:
“El muro de separación corta la continuidad de las zonas abiertas y es perjudicial para el paisaje, la flora y la fauna, los corredores ecológicos y el drenaje de los arroyos. Su sistema de protección afectará irreversiblemente a los recursos de la tierra y crea enclaves de comunidades a los que se corta de su entorno”.
Incluso después de que se trasladaran los lirios y de que se crearan corredores para los animales pequeños, el portavoz de las Autoridades para la Protección de la Naturaleza y los parques Naturales de Israel seguía quejándose [31]:
“Los animales no saben que ahora hay una frontera. Están acostumbrados a determinado espacio vital y lo que nos preocupa es que su diversidad genética se vea afectada porque diferentes grupos de población no podrán aparearse y reproducirse. Aislar a las poblaciones a ambos lados del muro definitivamente crea un problema genético”.
Mientras que estaba tan preocupado por el bienestar de las flores silvestres y de los conejos, Israel trataba a los niños palestinos como criaturas de las que se puede prescindir. Tiradores adiestrados profesionalmente disparaban contra ellos durante incidentes sin importancia de lanzamiento de piedras. Por ejemplo, fuentes médicas [32] y organizaciones de derechos humanos, incluyendo Médicos por los Derechos Humanos, han documentado en los primeros momentos de la actual Intifada una pauta en la que se dispara a los ojos [33] y a las rodillas de los niños palestinos con la “clara intención” de hacer daño [34].
Y cuando no había un incidente de lanzamiento de piedras tras el que esconderse, los soldados israelíes lo provocaban. El veterano periodista estadounidense Chris Hedges expuso [35] cómo antes de replegarse fuera de Gaza los soldados israelíes habían provocado sistemáticamente a los niños palestinos que jugaban en las dunas de la zona de Rafah para disparar contra ellos y concluía: “En otros conflictos que he cubierto se ha disparado a niños […] pero nunca había visto a soldados atraer a niños como se atrae a un ratón hacia una trampa y matarlos por deporte”.
Gran cantidad de personalidades, como el arzobispo Desmond Tutu, el ex-presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el ex-Relator Especial de Derechos Humanos de la ONU John Dugard, entre otros, han considerado que las políticas represivas y racistas ejercidas por Israel en los territorios palestinos ocupados en 1967 constituyen apartheid. En la misma línea, el ex-fiscal general israelí, Michael Ben-Yair, escribió en 2002 un artículo en Ha'aretz en el que describía el régimen de Israel en los TPO: “Elegimos entusiasmados convertirnos en una sociedad colonial, que ignora los tratados internacionales, expropia tierras, transfiere colonos desde Israel a los territorios ocupados, está implicada en el robo y encuentra justificación para todas estas actividades … En efecto, establecimos un régimen de apartheid en los territorios ocupados….” [36].
Sin embargo, la aplicabilidad a Israel del crimen de apartheid tal como lo definen las convenciones de la ONU en general o bien se ha pasado por alto inadvertidamente o bien se ha ignorado intencionadamente al ser un tema delicado que tiene todas las posibilidades de suscitar la ira vengativa de los poderosos lobbies en favor de Israel. Con todo, no se puede menos que examinar los hechos y analizar en consecuencia el sistema de gobernanza de Israel.
El argumento más firme que dan (a veces bien intencionadamente) los expertos que rechazan aplicar el calificativo de apartheid a Israel es que la analogía entre éste y Sudáfrica no es exacta y que, en muchos aspectos, la represión de Israel es incluso más severa y requiere una definición totalmente diferente. El problema de este argumento es que asume, bastante incorrectamente, que el apartheid es un sello característico de Sudáfrica y, por consiguiente, se debe demostrar que todo régimen acusado de practicarlo es idéntico al régimen de apartheid sudafricano de antaño. Sin embargo, aunque el apartheid atrajo la atención del mundo entero y recibió su nombre del racista régimen de Sudáfrica, había sido reconocido por Naciones Unidas desde hacía décadas como un crimen generalizado con una definición universal.
La Convención para la Supresión y Castigo del Crimen del Apartheid de 1976 define apartheid [37] como “políticas y prácticas de segregación y discriminación racial similares a las que se practicaron en África del Sur” que tienen “el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlas sistemáticamente, en particular por medios como la segregación, la expropiación de la tierra y la negación del derecho a salir y regresar a su país, el derecho a la nacionalidad y el derecho a la libertad de movimientos y de residencia” (Artículo II). La similitud con Sudáfrica se cita no como una condición sino en reconocimiento de su estatuto como un precedente histórico.
Como se afirma en un reciente y exhaustivo documento de toma de postura del Comité nacional de BDS Palestino [38], el origen de Israel, su legislación y sus políticas contra el pueblo palestino coinciden en buena medida con la definición de apartheid. Los orígenes conceptuales de esta forma única de apartheid de Israel se encuentran en el Sionismo, una ideología racista europea que fue adoptada por la corriente dominante del movimiento sionista (Organización Sionista Mundial, Agencia Judía, Fondo nacional Judío) para reclutar apoyo politico, y justificarlo, para su proyecto colonial de establecer un Estado exclusivamente judío en la Palestina histórica. Los sionistas políticos despreciaron a la población originaria de Palestina como no existente en la famosa consigna sionista de “una tierra sin pueblo”. Al convertir a esta consigna en una profecía de autocumplimiento, las fuerzas sionistas desplazaron por la fuerza de su patria a entre 750.000 y 900.000 palestinos y destruyeron cientos de pueblos palestinos previamente despoblados por ellos en una operación calificada de “limpiar el paisaje” que duró hasta 1960 [39].
El régimen de Israel sobre el pueblo palestino equivale al apartheid precisamente porque presenta muchos de los principales características de este crimen tal como lo define el derecho internacional:
1. La discriminación racial contra los palestinos originarios que se convirtieron en ciudadanos del Estado de Israel se formalizó e institucionalizó por medio de la creación por ley de la “nacionalidad judía, que es distinta de la ciudadanía israelí. En Israel existe la nacionalidad no “israelí” y el Tribunal Supremo [de Israel] se ha negado una y otra vez a reconocer una [sola nacionalidad] ya que eso acabaría con el sistema de primacía judía en Israel. La Ley del Retorno de 1950 da derecho a todos los judíos (y sólo a los judíos) a los derechos de los nacionales, concretamente en derecho a entrar en “Eretz Yisrael” (Israel y los TPO) y a disfrutar inmediatamente de todos los derechos legales y políticos. La “nacionalidad judía” según la Ley del Retorno es extraterritorial lo que contraviene el derecho público internacional referente a la nacionalidad. Incluye a ciudadanos judíos de otros países, sin tener en cuenta si desean pertenecer al colectivo de los “judíos nacionales”, y excluye a los “no judíos” (esto es, a los palestinos) de los derechos nacionales en Israel.
2. La Ley de Ciudadanía de 1952 [40] ha creado un discriminatorio sistema legal a dos niveles según el cual los judíos poseen la nacionalidad y la ciudadanía mientras que los ciudadanos palestinos originarios que permanecen [en Israel] sólo tienen la ciudadanía [41]. Según la legislación israelí, el estatuto de nacionalidad judía va acompañado de derechos y beneficios de primera clase que no se conceden a los ciudadanos palestinos.
3. La Ley del Estatuto Israelí de 1952 autoriza a la Organización Sionista Mundial/Agencia Judía y a sus filiales, incluyendo el Fondo Nacional Judío, a controlar la mayor parte de la tierra de Israel para beneficio exclusivo de los judíos. En 1998 El Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) expresó [42] su grave preocupación por esta ley y afirmó que la confiscación sistemática y a gran escala de tierras y de propiedades palestinas por parte del Estado y la transferencia de estas propiedades a dichas agencias constituye una forma institucionalizada de discriminación, porque estas agencias deniegan por definición el uso de estas propiedades a los ciudadanos no judíos del Estado.
4. Basándose en motivos racistas se ha impedido por medio de la fuerza y de la legislación el retorno de los refugiados y de los desplazados internos palestinos, tal como exige el derecho internacional. Simplemente porque no son judíos, los refugiados palestinos están excluidos del derecho a la ciudadanía en el Estado de Israel según la Ley de la Ciudadanía de 1952. Fueron “desnacionalizados” y devueltos a la condición de refugiados sin Estado en violación de la ley de sucesión del Estado. Sus tierras y otras propiedades fueron confiscadas por el Estado. Los aproximadamente 150.000 palestinos que permanecieron en Israel tras la Nakba de 1948 quedaron bajo un régimen militar (1948 – 1966) similar al regimen actualmente en vigor en los TOP.
Durante décadas la norma ha sido la discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel en cada uno de los aspectos vitales de la vida. Desde al propiedad de la tierra hasta la educación parando por el trabajo y la vivienda, las leyes y las políticas del Estado ha negado la igualdad a los palestinos originarios. Por ejemplo, no se les permite comprar o alquilar tierra en aproximadamente el 93% del territorio del Estado de Israel [43]. Hasta la fecha las encuestas de opinión demuestran que una abrumadora mayoría de judíos israelíes se oponen a la total igualdad con los palestinos originarios del Estado [44]. El hecho de que, a diferencia de los negros africanos bajo el apartheid, los palestinos puedan votar es casi una formalidad, podríamos decir que un formulismo claramente diseñado para proyectar una imagen engañosa de democracia y eludir las bien justificadas acusaciones de apartheid [45].
El apartheid israelí está fuertemente presente incluso en la investigación del cáncer [46]. En junio de 2001 el ministerio de Sanidad publicó un mapa de la distribución geográfica de enfermedades malignas en Israel durante los años 1984-1999. El informe no incluía a una sola comunidad palestina en Israel, excepto Rahat, supuestamente debido a “problemas de presupuesto”. Esta investigación es particularmente importante porque en Israel sólo cuando se demuestra una correlación entre la presencia de lugares contaminantes y la incidencia de enfermedades malignas es posible impedir la instalación de nuevos peligros o solicitar mayores controles medioambientales. Al omitir intencionadamente las ciudades palestinas en sus exhaustivos mapas del cáncer, el ministerio de Sanidad ha dado indirectamente luz verde a los contaminadores para que se trasladen a las ciudades palestinas dentro de Israel, por no hablar de los TPO. Los resultados de esta política sanitaria de apartheid no auguran nada bueno. En las últimas tres décadas el índice de enfermedades malignas entre la población palestina en Israel ha aumentado de 3 a 4 veces en relación a la población judía. Un portavoz del Centro Israelí contra el Racismo comentaba: “El informe ha producido dos grupos diferentes. Uno, un grupo sobreprivilegiado, cuyas vidas son preciosas para el Estado y el ministerio de Sanidad, y un segundo, cuyas vidas carecen de importancia para el Estado”.
Hay que considerar esta discriminación en el más amplio contexto de la percepción que tienen en Israel de los palestinos los principales políticos, intelectuales, académicos y medios de comunicación israelíes como una “amenaza demográfica” que hay que tratar con resolución y de ahí el ascenso de los partidos políticos abiertamente fascistas en las recientes elecciones parlamentarias. Haciéndose eco de un punto de vista popular en Israel, un prominente académico, el general de división (de la reserva) Shlomo Gazit del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos, preconiza: “La democracia tiene que estar subordinada a la demografía” [47]. Y ahora, el fanático dirigente de la derecha israelí Avigdor Lieberman y sus partidarios afirman que la democracia tiene que estar subordinada a la lealtad a la supremacía judía.
La complicidad de los gobiernos occidentales con toda esta abominable violación del derecho internacional y de los derechos humanos básicos ha llevado a muchos analistas a considerar el papel de Occidente como profundamente fallido, tanto moral como legalmente. La total impunidad de la que disfruta Israel le ha permitido presentarse y actuar como un incontrolable “perro rabioso” (una imagen evocada hace décadas por Moshe Dayan y refrendada más recientemente por el historiador militar israelí Martin Van Creveld [48]) en un intento de hacer que los palestinos se sometan a su deseo colonia, de que acepten la esclavitud como su destino.
Más que ninguna otra cosa, esta impunidad criminal y la categórica denegación de derechos es lo que fundamentalmente motivó la campaña palestina de BDS.
Desde el 9 de julio de 2005 prácticamente toda la sociedad civil palestina de todas partes ha estado defendiendo el boicot, la desinversión y las sanciones como una forma eficaz de solidaridad que tiene una posibilidad real de provocar el final de la complicidad occidental con Israel y, por consiguiente, de la ocupación, la colonización y el apartheid de Israel. Desde el mismo momento en que se inició el ataque criminal de Israel contra Gaza y durante este ataque la sociedad civil palestina ha permanecido más unida que nunca en urgir a las personas de conciencia de todo el mundo para que hagan que Israel asuma su responsabilidad por sus crímenes tratándolo como se trató a Sudáfrica durante el régimen de apartheid. En respuesta, sindicatos, grupos de académicos, organizaciones religiosas, partidos políticos, movimientos sociales y otros han adoptado campañas de BDS creativas, acordes con el contexto y sostenibles, desde Sudáfrica hasta Noruega, desde Australia a Canadá, desde Gran Bretaña a Venezuela, e incluso desde el estrado del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas [49].
El terrorismo de Estado de Israel en Gaza, permitido por el prácticamente ilimitado apoyo de Estados Unidos y de los gobiernos occidentales en general, fue un catalizador clave en la difusión y profundización de la campaña de BDS por todo el mundo que hizo que los defensores de los derechos palestinos sintieran que finalmente había llegado nuestro momento sudafricano. Ahora, a nivel de los movimientos de base, se considera a Israel un paria internacional que comete con impunidad crímenes de guerra y que tiene que ser considerado responsable según el derecho internacional y los principios básicos de los derechos humanos.
Sólo las últimas semanas han sido testigo de algunos de los indicios más significativos para datar este fenómeno. El Sindicato Canadiense de Funcionarios (CUPE)-Comité de Coordinación de los Trabajadores de la Universidad de Ontario (OUWCC) en su conferencia anual del pasado mes de febrero apoyó [50] el boicot a las instituciones académicas israelíes. Hace unos días la Fédération autonome du collégial (FAC) de Quebec también se unió a la campaña de BDS [51]. En Durban, Sudáfrica, el sindicato de estibadores afiliados a COSATU se negó a principios de febrero a descargar un bardo de carga israelí [52], lo que nos recordó acciones similares emprendidas contra los barcos sudafricanos durante la época del apartheid. Un grupo de estibadores australianos y un grupo de dirigentes sindicales progresistas estadounidenses suscribieron la acción de BDS sudafricana. En Estados Unidos el College de Hampshire estableció un precedente histórico [53] al anunciar que retiraba sus inversiones en seis compañías que se benefician de la ocupación israelí. De manera significativa, Hampshire fue también el primer college en Estados Unidos en retirar sus inversiones de la Sudáfrica del apartheid en los años setenta. En Gales la Universidad de Cardiff accedió [54] a las demandas de los estudiantes y decidió retirar sus inversiones de compañías que apoyaban la ocupación. Incluso en Francia, donde la campaña de BDS ha tenido que hacer frente a una dura batalla durante años, recientemente un grupo de destacados académicos emitió una declaración [55] apoyando explícitamente la campaña de BDS para acabar con la impunidad de Israel.
Este último fortalecimiento espectacular de la campaña de BDS, especialmente desde la agresión israelí contra Gaza, nos da esperanzas de que un día acabará la impunidad de Israel y la connivencia con él de Occidente, Naciones Unidas y [del mundo] árabe, lo que permitirá que en Palestina y en toda la región florezca una paz genuina. Sólo así la coexistencia étnica tiene una posibilidad real de realizarse.
El poeta alemán de la resistencia contra los nazis, Henk van Randwijk, escribió en su poema “Mensaje a los vivos”:
Un pueblo que cede ante los tiranos
pierde más que el cuerpo y sus bienes
se extinguirá la luz.
El sábado 24 de enero de 2009, dos días después de que cesaran las hostilidades israelíes y a pesar de todas las muertes, la devastación y del trauma, cientos de miles de niños palestinos surgieron casi literalmente de los escombros a los que había quedado reducida la mayor parte de Gaza y acudieron con entusiasmo a sus destrozadas escuelas llevando sus gastadas mochilas, sus maltrechos libros y sus almas heridas. Su agonía era profunda y su ira lo era aún más, pero sus ojos seguían brillando con rebeldía, ambición y esperanza de emancipación. No extingan su luz.
- Omar Barghouti es un analista politico y cultural palestino independiente y miembro fundador de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).Este artículo se basa en una ponencia presentada recientemente en universidades canadienses como parte de la Semana del Apartheid Israelí.
Notas:
[1] http://electronicintifada.net/
[2] Robert Kagan, "Power and Weakness," Policy Review, No. 113, junio de 2002.
[3] la campaña palestina de BDS ha rechazado sistemáticamente toda forma de racismo, incluyendo la islamofobia, el sionismo y el antisemitismo www.BDSmovement.net
[4] http://www.kibush.co.il/show_
[5] http://www.transnational.org/
[6] Ibid.
[7] CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied Palestinian Territory, Bruselas, 7 de noviembre de 2008.
[8] Para más información véase: Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina, Crítica, 2008
[9] http://www.countercurrents.
[10] http://www.guardian.co.uk/
[11] http://www.counterpunch.org/
[12] http://www.pchrgaza.org/files/
[13] http://right2edu.birzeit.edu/
[14] http://www.amnesty.org/en/
[15] http://www.nytimes.com/2009/
[16] http://www.timesonline.co.uk/
[17] http://www.amnesty.org/en/
[18] http://www.hrw.org/en/news/
[19] http://www.btselem.org/
[20] http://www.euromedrights.net/
[21] http://jta.org/news/article/
[22] http://www.zmag.org/znet/
[23] http://alanhartdiary.blogspot.
[24] http://www.guardian.co.uk/
[25] http://www.ijsn.net/home/
[26] http://www.bdsmovement.net/?q=
[27] para más detalles, véase: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity & Ethics, ZNet, 28 de septiembre de 2002.
[28] Cité por primera vez algunos de los siguientes ejemplos en: http://www.pacbi.org/
[29] Editorial de Ha’aretz, A Fence Along the Settlers’ Lines, 3 de octubre de 2003.
[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz, 20 de junio de 2003.
[31] Ibid.
[32] El Dr. Aghlab Khouri del Hospital St. John Eye de Jerusalén explica en su declaración jurada a una organización de derechos humanos el efecto del impacto en el ojo de una bala de metal recubierta de caucho: “Los casos que he tratado durante los enfrentamientos fueron casos de tiros directos a los ojo con balas de metal recubiertas de caucho. Este tipo de bala no es afilada pero tiene un trozo de metal en su interior; golpea el ojo a gran velocidad y causa un impacto que destroza el ojo”.
[33] Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, 6 de noviembre de 2000.
[34] Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force in Israel, Gaza and the West Bank, 3 de noviembre de 2000. http://www.phrusa.org/
[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, octubre de 2001.
[36] http://www.haaretz.com/hasen/
[38] http://bdsmovement.net/files/
[39] Aron Shai, “The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel, 1965 -1969” en: History and Memory, Vol. 18, número #2 (Fall 2006), University of Indiana Press. Véase también: Meron Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy Land, Berkeley: The University of California Press, 2000; Walid Khalidi, “Why Did the Palestinians Leave, Revisited.” Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta, Atlas of Palestine 1948, Palestine Land Society, December 2004; Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina.
[40] En la traducción oficial israelí esta ley de 1952 fue titulada erróneamente “Ley de nacionalidad”.
[41] Roselle Tekiner, "Race and the Issue of National Identity in Israel.”
[42] E/C.12/1/Add.27 del 4 de diciembre de 1998.
[43] http://weekly.ahram.org.eg/
[44] Ha’aretz, 22 de mayo de 2003.
[45] Ronnie Kasrils y Victoria Brittain, Both Palestinians and Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 de mayo de 2005. http://www.guardian.co.uk/
[46] Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to Arab Sector, Ha’aretz, 28 de marzo de 2005.
[47] Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, lunes, 1 de julio de 2002.
[48] http://www.guardian.co.uk/
[49] http://www.jpost.com/servlet/
[50] http://www.pacbi.org/
[51] http://www.pacbi.org/
[52] http://www.pacbi.org/
[53] http://www.pacbi.org/
[54] http://www.pacbi.org/
[55] http://www.pacbi.org/boycott_
==eu==
Las comunidades palestinas de Jerusalén, Jaffa, Hebrón, el valle de Jordán y el Naqab (Negev), entre otras, han estado sometidas recientemente a algunas de las peores y continuas campañas israelíes de limpieza étnica con el objetivo de “judaizar” su espacio. Qalqilya está asfixiada por el Muro del apartheid que la rodea por todas partes, mientras que Nablus está sometida a un constante asedio. Hace unos meses la comunidad palestina de Acre fue brutalmente atacada por judíos fundamentalistas y xenófobos en uno de los peores pogromos de los que han sido testigo los palestinos de Israel. Gaza sigue destacando hoy como una prueba de nuestra humanidad común y nuestra indispensable moralidad. Un minucioso análisis del papel desempeñado por occidente y por algunos gobiernos árabes en relación a la criminal guerra de agresión de Israel contra Gaza demostrará un rotundo fracaso en ambos. Durante todo el atroz ataque, el occidente oficial junto con los gobiernos de Egipto, Arabia Saudí, la Autoridad Palestina de Ramala y los dirigentes de la ONU [1] fueron cómplices voluntarios de las graves violaciones por parte de Israel del derecho internacional y de los derechos humanos fundamentales.
En unas palabras que pueden ser utilizadas con bastante corrección para describir a Israel, Robert Kagan, un destacado ideólogo neo-conservador, justifica las tendencias hegemónicas como una prerrogativa de los más poderosos [2]:
“Estados Unidos permanece envuelto en la historia y ejerce su poder en el anárquico mundo hobbesiano en el que no se puede contar con la legislación y las normas internacionales, y en el que la verdadera seguridad y la defensa y promoción de un orden liberal siguen dependiendo de la posesión y uso del poder militar”.
Fiel a este paradigma, Israel ha mantenido durante décadas un régimen de ocupación, colonización y apartheid sobre la población originaria de Palestina por medio de la “posesión y uso del poder militar”, junto con la indispensable connivencia de las potencias occidentales cuya generosidad incondicional ha permitido a Israel durante seis décadas mantener y desarrollar su polifacético sistema de opresión colonial contra el pueblo palestino.
Contribuyendo al bloqueo ilegal y a la criminal guerra contra Gaza, la Unión Europea y otros Estados occidentales han llegado a un estadio cualitativamente diferente de complicidad y se han convertido, de manera más flagrante que nunca, en cómplices totales de la política israelo-estadounidense de minar el imperio de la ley y de apoyar en su lugar la ley de la selva, promoviendo con ello la profecía de autocumplimiento de Bush-Bin Laden de un mundo dicotómico dividido quirúrgicamente entre el bien y el mal y en el que cada lado considera al otro el mal.
En respuesta a esta alianza fatal del capitalismo salvaje en occidente con el racismo, la exclusión y el sometimiento colonial israelíes, el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) a Israel presenta no sólo una forma de resistencia civil no violenta progresista, antirracista [3], elaborada, sostenible, moral y eficaz, sino que es una oportunidad real de convertirse en la catálisis política y el ancla moral de un movimiento internacional fortalecido y vigorizado capaz de reafirmar los derechos de todos los seres humanos a la libertad, la igualdad y la dignidad, y el derecho de las naciones a la autodeterminación.
Gaza: la complicidad occidental en los crímenes de guerra
Ya en 2007, Richard Falk, un destacado experto en derecho internacional de la Universidad de Princeton y actual Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) calificó el asedio israelí a Gaza apoyado por occidente de “preludio al genocidio”[4] y, más adelante, de “Holocausto en gestación” [5]. Falk, que es judío, argumentó que el asedio es especialmente alarmante porque expresa de manera vívida “un intención deliberada por parte de Israel y sus aliados de someter a toda una comunidad humana a unas condiciones que ponen en peligro la vida humana y que son de una crueldad sin paliativos” [6].
Utilizando un lenguaje más diplomático, Sara Roy [7], una experta de la Universidad de Harvard en desarrollo en los TPO, acusa a la UE y a Estados Unidos de complicidad con una política deliberada israelí de “des-desarrollo” de los TPO que cercena toda posibilidad de crear una Estado palestino independiente y soberano. Roy argumenta que al proporcionar a los palestinos “unos beneficios tangibles, como ingresos más altos y una mejora de las infraestructuras” la UE esperaba comprar el apoyo palestino a unas concesiones fundamentales en las denominadas “negociaciones de paz”. Y concluye: “se abandonó la lógica del derecho internacional en interés de mantener un fallido proceso político”.
Un examen del asedio israelí a Gaza, la mayoría de cuya población son refugiados a los que los sionistas (y más tarde Israel) desplazaron por la fuerza durante la Nakba de 1948 [8], puede arrojar luz a esta política de “des-desarrollo” que, como lo consideran la mayoría de los expertos, equivale a un castigo colectivo. Durante este asedio que todavía continua (desde hace ya 21 meses), más del 80% del millón y medio de palestinos encerrados en la “mayor cárcel al aire libre” del mundo han sido castigados a la pobreza y a depender de la ayuda humanitaria internacional; toda la infraestructura económica ha sido diezmada sistemáticamente, más del 95% de sus fábricas han tenido que cerrar lo que ha provocado una pobreza y un paro que se sitúa en unos índices inferiores a los subsaharianos; la instituciones educativas no han podido funcionar debidamente a causa de la falta de combustible y de electricidad durante largos periodos; el sistema sanitario está a punto de colapsar y cientos de pacientes que necesita cuidados médicos críticos, especialmente los pacientes de cáncer y de enfermedades renales, han muerto después de que se les denegara el acceso a instalaciones médicas fuera de Gaza.
Los efectos a largo plazo del asedio son aún más sobrecogedores [9]. Según al Organización Mundial de la Salud, la desnutrición crónica y las enfermedades relacionadas con la dieta han aumentado de forma alarmante, lo que ha provocado que se dispare el número de bebés que nacen con bajo peso, la anemia en más de dos tercios de los niños de hasta un año y raquitismo en cerca del 13.2% de los niños menores de cinco años. Además, se han empezado a propagar desenfrenadamente enfermedades que son prevenibles. Miles de personas, la mayoría niños, han sufrido graves problemas auditivos debido al uso intenso y continuado de bombas sónicas durante semanas. Estudios sanitarios han demostrado que en el futuro toda una generación de niños palestinos de Gaza sufrirán graves problemas de desarrollo y mentales durante muchos años. También hay ya un significativo a aumento del índice de incidencia del cáncer y de otras enfermedades mortales relacionadas directamente con la contaminación provocada por Israel y con el hecho de que éste niegue la atención médica.
Karen Abu Zayd, Comisionada General de UNRWA, advirtió del devastador impacto del asedio israelí [10]:
“Gaza está al límite de convertirse en el primer territorio que es reducido intencionadamente a un estado de indigencia abyecta con el conocimiento y el consentimiento de la comunidad internacional y se podría decir que alentado por ella … El trabajo humanitario y de desarrollo humano nunca ha sido un trabajo que funcione en un medio carente de esfuerzos constructivos para resolver un conflicto o tratar sus causas subyacentes. Además, el trabajo humanitario está profundamente minado en un contexto en el que hay una complicidad implícita o activa para crear unas condiciones de sufrimiento generalizado”.
Es este aspecto del asedio, el proceso que lleva a la muerte lenta de miles de personas y a inhibir el desarrollo de una generación de niños palestinos, lo que llevó a la reveladora descripción hecha por Falk del asedio de Israel como actos constitutivos de genocidio.
La ex-ministra de educación israelí y dirigente de izquierda, Shulamit Aloni, adoptó hace años esta denominación de las políticas de Israel respecto a los palestinos que están bajo su ocupación. Ya en 2003, ella condenó una atrocidad israelí que parece nimia en comparación con las masacres que Israel acaba de cometer en Gaza al afirmar [11]:
“Así que todavía no existe un genocidio del terrible y único estilo del que nosotros fuimos víctimas en el pasado. Y como me dijo uno de los inteligentes generales [israelíes], nosotros no tenemos crematorios ni cámaras de gas. ¿Es consecuente con la ética judía todo lo que no sea esto? ¿Oyó él alguna vez cómo todo un pueblo decía que no sabía lo que se estaba haciendo en su nombre?”.
Y esto se dijo antes de la devastadora masacre en Gaza.
Según respetadas organizaciones de derechos humanos activas sobre el terreno, la ofensiva militar israelí de 23 días que empezó el 27 de diciembre de 2008 provocó la muerte de más de 1.400 palestinos, aproximadamente un 83% de los cuales son civiles [12] y la destrucción completa o parcial de miles de hogares, de la principal universidad, de 45 mezquitas, de varios ministerios incluyendo los de Educación y Justicia, de decenas de escuelas [13], de un hospital del Creciente Rojo y de decenas de ambulancias [14] y clínicas, así como de miles de fábricas y pequeñas empresas. Se cometieron varias masacres que están bien documentadas. En un tono inusualmente duro, el Comité Internacional de Cruz Roja (ICRC, en sus siglas en inglés, como todas las que vienen a continuación) [15] acusó a Israel de no haber proporcionado atención médica a los heridos y de haber impedido que la ayuda médica llegara hasta ellos, lo que provocó que se desangraran hasta morir. Ambas cosas son graves violaciones del derecho humanitario internacional. Más de 400 niños palestinos murieron durante las tres semanas de bombardeos, muchos de ellos a causa de las quemaduras provocadas por el uso ilegal por parte de Israel de bombas de fósforo blanco.
En el primer día de su ataque a Gaza el ejército israelí causó una destrucción generalizada de la infraestructura civil y mató a casi 200 civiles palestinos, muchos de ellos estudiantes de policía que no eran combatientes, mientras que no murió ningún civil israelí. Sin embargo, los dirigentes occidentales emitieron rápidamente declaraciones expresando su preocupación por la pérdida de vidas y por el sufrimiento de “ambos bandos”, culparon a la resistencia palestina de haber provocado estas atrocidades y absolvieron a Israel de toda responsabilidad con el pretexto de su “derecho a defenderse”.
Sin embargo, destacados juristas internacionales [16] rechazaron categóricamente el argumento de su auto-defensa esgrimido por Israel y le acusaron de cometer crímenes de guerra. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Secretario General de ésta han pedido una investigación imparcial e independiente de los crímenes de guerra. Amnistía Internacional [17], Human Rights Watch [18], las principales organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem [19], la Federación Internacional para Derechos Humanos (FIDH) y la Red Euro-Mediterránea de Derechos Humanos [20], entre muchas otras organizaciones, han acusado igualmente a Israel de cometer crímenes de guerra y han rechazado tajantemente su afirmación de que ejercía su derecho a defenderse, particularmente puesto que Israel fue el primero en violar el acuerdo de alto el fuego con Hamás de junio de 2008 el día 4 de noviembre cuando atacó y mató a 6 resistentes sin que mediara provocación alguna.
Gerald Kaufman, un judío veterano diputado del Parlamento británico por el Partido Laborista comparó alguna de las acciones israelíes con las de los nazis [21]. Lo mismo hicieron Noam Chomsky [22] y el superviviente del Holocausto y académico, Hajo Meyer [23], del grupo A Different Jewish Voice de los Países Bajos. Haciéndose eco de Kaufman, Chomsky y Meyer, destacados intelectuales y académicos británicos judíos compararon Gaza con el Ghetto de Varsovia en una carta publicada en The Guardian [24] y lo mismo hizo la Red Internacional Judía Antisionista en el Día de Conmemoración de Holocausto de este año [25].
Otras políticas coloniales y de apartheid de Israel
Además de Gaza, la sociedad civil palestina y un número cada vez mayor de influyentes abogados de derechos humanos reconocen que el régimen de Israel sobre el pueblo originario de Palestina constituye ocupación, colonización y apartheid. Específicamente, la opresión desde hace décadas por parte de Israel adopta tres formas básicas que son el centro del llamamiento palestino al BDS [26]:
(1) La prolongada ocupación y colonización de Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén y otros territorios árabes,
(2) El sistema de discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel,
(3) La persistente negación de los derechos, sancionados por la ONU, de los refugiados palestinos, el principal de los cuales es su derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares originarios según la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU.
Acabar con estas tres formas de opresión es el requisito mínimo para lograr una paz justa en nuestra región.
La más importante de estas tres injusticia es, sin lugar a dudas, la negativa por parte de Israel del derecho de los refugiados palestinos a retornar. El centro de la cuestión palestina siempre ha sido la difícil situación de los refugiados que fueron limpiados étnicamente durante la Nakba y continúan siéndolo desde entonces. El hecho de que los refugiados son la mayoría del pueblo palestino unido a sus sufrimientos en el exilio desde hace sesenta años supone el reconocimiento de sus derechos básicos, incluyendo el derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares de origen, lo cual es la prueba decisiva de la moralidad de cualquiera que sugiera una solución justa y duradera para el conflicto palestino-israelí. Aparte de los derechos morales y legales, negar los derechos de los refugiados palestinos garantiza la perpetuación del conflicto [27].
Por lo que se refiere a la ocupación [28], nada expresa su profunda injusticia tanto como el colonial Muro de Israel. A pesar de las graves repercusiones que tiene el Muro sobre los medios de vida palestinos, su medio ambiente y los derechos políticos, prácticamente todos los judíos israelíes lo apoyan [29]. Sin embrago, el ex- ministro israelí de Medio Ambiente, Yehudit Naot, protestó por este aspecto específico (medioambiental) del Muro afirmando [30]:
“El muro de separación corta la continuidad de las zonas abiertas y es perjudicial para el paisaje, la flora y la fauna, los corredores ecológicos y el drenaje de los arroyos. Su sistema de protección afectará irreversiblemente a los recursos de la tierra y crea enclaves de comunidades a los que se corta de su entorno”.
Incluso después de que se trasladaran los lirios y de que se crearan corredores para los animales pequeños, el portavoz de las Autoridades para la Protección de la Naturaleza y los parques Naturales de Israel seguía quejándose [31]:
“Los animales no saben que ahora hay una frontera. Están acostumbrados a determinado espacio vital y lo que nos preocupa es que su diversidad genética se vea afectada porque diferentes grupos de población no podrán aparearse y reproducirse. Aislar a las poblaciones a ambos lados del muro definitivamente crea un problema genético”.
Mientras que estaba tan preocupado por el bienestar de las flores silvestres y de los conejos, Israel trataba a los niños palestinos como criaturas de las que se puede prescindir. Tiradores adiestrados profesionalmente disparaban contra ellos durante incidentes sin importancia de lanzamiento de piedras. Por ejemplo, fuentes médicas [32] y organizaciones de derechos humanos, incluyendo Médicos por los Derechos Humanos, han documentado en los primeros momentos de la actual Intifada una pauta en la que se dispara a los ojos [33] y a las rodillas de los niños palestinos con la “clara intención” de hacer daño [34].
Y cuando no había un incidente de lanzamiento de piedras tras el que esconderse, los soldados israelíes lo provocaban. El veterano periodista estadounidense Chris Hedges expuso [35] cómo antes de replegarse fuera de Gaza los soldados israelíes habían provocado sistemáticamente a los niños palestinos que jugaban en las dunas de la zona de Rafah para disparar contra ellos y concluía: “En otros conflictos que he cubierto se ha disparado a niños […] pero nunca había visto a soldados atraer a niños como se atrae a un ratón hacia una trampa y matarlos por deporte”.
Gran cantidad de personalidades, como el arzobispo Desmond Tutu, el ex-presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el ex-Relator Especial de Derechos Humanos de la ONU John Dugard, entre otros, han considerado que las políticas represivas y racistas ejercidas por Israel en los territorios palestinos ocupados en 1967 constituyen apartheid. En la misma línea, el ex-fiscal general israelí, Michael Ben-Yair, escribió en 2002 un artículo en Ha'aretz en el que describía el régimen de Israel en los TPO: “Elegimos entusiasmados convertirnos en una sociedad colonial, que ignora los tratados internacionales, expropia tierras, transfiere colonos desde Israel a los territorios ocupados, está implicada en el robo y encuentra justificación para todas estas actividades … En efecto, establecimos un régimen de apartheid en los territorios ocupados….” [36].
Sin embargo, la aplicabilidad a Israel del crimen de apartheid tal como lo definen las convenciones de la ONU en general o bien se ha pasado por alto inadvertidamente o bien se ha ignorado intencionadamente al ser un tema delicado que tiene todas las posibilidades de suscitar la ira vengativa de los poderosos lobbies en favor de Israel. Con todo, no se puede menos que examinar los hechos y analizar en consecuencia el sistema de gobernanza de Israel.
El argumento más firme que dan (a veces bien intencionadamente) los expertos que rechazan aplicar el calificativo de apartheid a Israel es que la analogía entre éste y Sudáfrica no es exacta y que, en muchos aspectos, la represión de Israel es incluso más severa y requiere una definición totalmente diferente. El problema de este argumento es que asume, bastante incorrectamente, que el apartheid es un sello característico de Sudáfrica y, por consiguiente, se debe demostrar que todo régimen acusado de practicarlo es idéntico al régimen de apartheid sudafricano de antaño. Sin embargo, aunque el apartheid atrajo la atención del mundo entero y recibió su nombre del racista régimen de Sudáfrica, había sido reconocido por Naciones Unidas desde hacía décadas como un crimen generalizado con una definición universal.
La Convención para la Supresión y Castigo del Crimen del Apartheid de 1976 define apartheid [37] como “políticas y prácticas de segregación y discriminación racial similares a las que se practicaron en África del Sur” que tienen “el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlas sistemáticamente, en particular por medios como la segregación, la expropiación de la tierra y la negación del derecho a salir y regresar a su país, el derecho a la nacionalidad y el derecho a la libertad de movimientos y de residencia” (Artículo II). La similitud con Sudáfrica se cita no como una condición sino en reconocimiento de su estatuto como un precedente histórico.
Como se afirma en un reciente y exhaustivo documento de toma de postura del Comité nacional de BDS Palestino [38], el origen de Israel, su legislación y sus políticas contra el pueblo palestino coinciden en buena medida con la definición de apartheid. Los orígenes conceptuales de esta forma única de apartheid de Israel se encuentran en el Sionismo, una ideología racista europea que fue adoptada por la corriente dominante del movimiento sionista (Organización Sionista Mundial, Agencia Judía, Fondo nacional Judío) para reclutar apoyo politico, y justificarlo, para su proyecto colonial de establecer un Estado exclusivamente judío en la Palestina histórica. Los sionistas políticos despreciaron a la población originaria de Palestina como no existente en la famosa consigna sionista de “una tierra sin pueblo”. Al convertir a esta consigna en una profecía de autocumplimiento, las fuerzas sionistas desplazaron por la fuerza de su patria a entre 750.000 y 900.000 palestinos y destruyeron cientos de pueblos palestinos previamente despoblados por ellos en una operación calificada de “limpiar el paisaje” que duró hasta 1960 [39].
El régimen de Israel sobre el pueblo palestino equivale al apartheid precisamente porque presenta muchos de los principales características de este crimen tal como lo define el derecho internacional:
1. La discriminación racial contra los palestinos originarios que se convirtieron en ciudadanos del Estado de Israel se formalizó e institucionalizó por medio de la creación por ley de la “nacionalidad judía, que es distinta de la ciudadanía israelí. En Israel existe la nacionalidad no “israelí” y el Tribunal Supremo [de Israel] se ha negado una y otra vez a reconocer una [sola nacionalidad] ya que eso acabaría con el sistema de primacía judía en Israel. La Ley del Retorno de 1950 da derecho a todos los judíos (y sólo a los judíos) a los derechos de los nacionales, concretamente en derecho a entrar en “Eretz Yisrael” (Israel y los TPO) y a disfrutar inmediatamente de todos los derechos legales y políticos. La “nacionalidad judía” según la Ley del Retorno es extraterritorial lo que contraviene el derecho público internacional referente a la nacionalidad. Incluye a ciudadanos judíos de otros países, sin tener en cuenta si desean pertenecer al colectivo de los “judíos nacionales”, y excluye a los “no judíos” (esto es, a los palestinos) de los derechos nacionales en Israel.
2. La Ley de Ciudadanía de 1952 [40] ha creado un discriminatorio sistema legal a dos niveles según el cual los judíos poseen la nacionalidad y la ciudadanía mientras que los ciudadanos palestinos originarios que permanecen [en Israel] sólo tienen la ciudadanía [41]. Según la legislación israelí, el estatuto de nacionalidad judía va acompañado de derechos y beneficios de primera clase que no se conceden a los ciudadanos palestinos.
3. La Ley del Estatuto Israelí de 1952 autoriza a la Organización Sionista Mundial/Agencia Judía y a sus filiales, incluyendo el Fondo Nacional Judío, a controlar la mayor parte de la tierra de Israel para beneficio exclusivo de los judíos. En 1998 El Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) expresó [42] su grave preocupación por esta ley y afirmó que la confiscación sistemática y a gran escala de tierras y de propiedades palestinas por parte del Estado y la transferencia de estas propiedades a dichas agencias constituye una forma institucionalizada de discriminación, porque estas agencias deniegan por definición el uso de estas propiedades a los ciudadanos no judíos del Estado.
4. Basándose en motivos racistas se ha impedido por medio de la fuerza y de la legislación el retorno de los refugiados y de los desplazados internos palestinos, tal como exige el derecho internacional. Simplemente porque no son judíos, los refugiados palestinos están excluidos del derecho a la ciudadanía en el Estado de Israel según la Ley de la Ciudadanía de 1952. Fueron “desnacionalizados” y devueltos a la condición de refugiados sin Estado en violación de la ley de sucesión del Estado. Sus tierras y otras propiedades fueron confiscadas por el Estado. Los aproximadamente 150.000 palestinos que permanecieron en Israel tras la Nakba de 1948 quedaron bajo un régimen militar (1948 – 1966) similar al regimen actualmente en vigor en los TOP.
Durante décadas la norma ha sido la discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel en cada uno de los aspectos vitales de la vida. Desde al propiedad de la tierra hasta la educación parando por el trabajo y la vivienda, las leyes y las políticas del Estado ha negado la igualdad a los palestinos originarios. Por ejemplo, no se les permite comprar o alquilar tierra en aproximadamente el 93% del territorio del Estado de Israel [43]. Hasta la fecha las encuestas de opinión demuestran que una abrumadora mayoría de judíos israelíes se oponen a la total igualdad con los palestinos originarios del Estado [44]. El hecho de que, a diferencia de los negros africanos bajo el apartheid, los palestinos puedan votar es casi una formalidad, podríamos decir que un formulismo claramente diseñado para proyectar una imagen engañosa de democracia y eludir las bien justificadas acusaciones de apartheid [45].
El apartheid israelí está fuertemente presente incluso en la investigación del cáncer [46]. En junio de 2001 el ministerio de Sanidad publicó un mapa de la distribución geográfica de enfermedades malignas en Israel durante los años 1984-1999. El informe no incluía a una sola comunidad palestina en Israel, excepto Rahat, supuestamente debido a “problemas de presupuesto”. Esta investigación es particularmente importante porque en Israel sólo cuando se demuestra una correlación entre la presencia de lugares contaminantes y la incidencia de enfermedades malignas es posible impedir la instalación de nuevos peligros o solicitar mayores controles medioambientales. Al omitir intencionadamente las ciudades palestinas en sus exhaustivos mapas del cáncer, el ministerio de Sanidad ha dado indirectamente luz verde a los contaminadores para que se trasladen a las ciudades palestinas dentro de Israel, por no hablar de los TPO. Los resultados de esta política sanitaria de apartheid no auguran nada bueno. En las últimas tres décadas el índice de enfermedades malignas entre la población palestina en Israel ha aumentado de 3 a 4 veces en relación a la población judía. Un portavoz del Centro Israelí contra el Racismo comentaba: “El informe ha producido dos grupos diferentes. Uno, un grupo sobreprivilegiado, cuyas vidas son preciosas para el Estado y el ministerio de Sanidad, y un segundo, cuyas vidas carecen de importancia para el Estado”.
Hay que considerar esta discriminación en el más amplio contexto de la percepción que tienen en Israel de los palestinos los principales políticos, intelectuales, académicos y medios de comunicación israelíes como una “amenaza demográfica” que hay que tratar con resolución y de ahí el ascenso de los partidos políticos abiertamente fascistas en las recientes elecciones parlamentarias. Haciéndose eco de un punto de vista popular en Israel, un prominente académico, el general de división (de la reserva) Shlomo Gazit del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos, preconiza: “La democracia tiene que estar subordinada a la demografía” [47]. Y ahora, el fanático dirigente de la derecha israelí Avigdor Lieberman y sus partidarios afirman que la democracia tiene que estar subordinada a la lealtad a la supremacía judía.
La complicidad de los gobiernos occidentales con toda esta abominable violación del derecho internacional y de los derechos humanos básicos ha llevado a muchos analistas a considerar el papel de Occidente como profundamente fallido, tanto moral como legalmente. La total impunidad de la que disfruta Israel le ha permitido presentarse y actuar como un incontrolable “perro rabioso” (una imagen evocada hace décadas por Moshe Dayan y refrendada más recientemente por el historiador militar israelí Martin Van Creveld [48]) en un intento de hacer que los palestinos se sometan a su deseo colonia, de que acepten la esclavitud como su destino.
Más que ninguna otra cosa, esta impunidad criminal y la categórica denegación de derechos es lo que fundamentalmente motivó la campaña palestina de BDS.
Desde el 9 de julio de 2005 prácticamente toda la sociedad civil palestina de todas partes ha estado defendiendo el boicot, la desinversión y las sanciones como una forma eficaz de solidaridad que tiene una posibilidad real de provocar el final de la complicidad occidental con Israel y, por consiguiente, de la ocupación, la colonización y el apartheid de Israel. Desde el mismo momento en que se inició el ataque criminal de Israel contra Gaza y durante este ataque la sociedad civil palestina ha permanecido más unida que nunca en urgir a las personas de conciencia de todo el mundo para que hagan que Israel asuma su responsabilidad por sus crímenes tratándolo como se trató a Sudáfrica durante el régimen de apartheid. En respuesta, sindicatos, grupos de académicos, organizaciones religiosas, partidos políticos, movimientos sociales y otros han adoptado campañas de BDS creativas, acordes con el contexto y sostenibles, desde Sudáfrica hasta Noruega, desde Australia a Canadá, desde Gran Bretaña a Venezuela, e incluso desde el estrado del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas [49].
El terrorismo de Estado de Israel en Gaza, permitido por el prácticamente ilimitado apoyo de Estados Unidos y de los gobiernos occidentales en general, fue un catalizador clave en la difusión y profundización de la campaña de BDS por todo el mundo que hizo que los defensores de los derechos palestinos sintieran que finalmente había llegado nuestro momento sudafricano. Ahora, a nivel de los movimientos de base, se considera a Israel un paria internacional que comete con impunidad crímenes de guerra y que tiene que ser considerado responsable según el derecho internacional y los principios básicos de los derechos humanos.
Sólo las últimas semanas han sido testigo de algunos de los indicios más significativos para datar este fenómeno. El Sindicato Canadiense de Funcionarios (CUPE)-Comité de Coordinación de los Trabajadores de la Universidad de Ontario (OUWCC) en su conferencia anual del pasado mes de febrero apoyó [50] el boicot a las instituciones académicas israelíes. Hace unos días la Fédération autonome du collégial (FAC) de Quebec también se unió a la campaña de BDS [51]. En Durban, Sudáfrica, el sindicato de estibadores afiliados a COSATU se negó a principios de febrero a descargar un bardo de carga israelí [52], lo que nos recordó acciones similares emprendidas contra los barcos sudafricanos durante la época del apartheid. Un grupo de estibadores australianos y un grupo de dirigentes sindicales progresistas estadounidenses suscribieron la acción de BDS sudafricana. En Estados Unidos el College de Hampshire estableció un precedente histórico [53] al anunciar que retiraba sus inversiones en seis compañías que se benefician de la ocupación israelí. De manera significativa, Hampshire fue también el primer college en Estados Unidos en retirar sus inversiones de la Sudáfrica del apartheid en los años setenta. En Gales la Universidad de Cardiff accedió [54] a las demandas de los estudiantes y decidió retirar sus inversiones de compañías que apoyaban la ocupación. Incluso en Francia, donde la campaña de BDS ha tenido que hacer frente a una dura batalla durante años, recientemente un grupo de destacados académicos emitió una declaración [55] apoyando explícitamente la campaña de BDS para acabar con la impunidad de Israel.
Este último fortalecimiento espectacular de la campaña de BDS, especialmente desde la agresión israelí contra Gaza, nos da esperanzas de que un día acabará la impunidad de Israel y la connivencia con él de Occidente, Naciones Unidas y [del mundo] árabe, lo que permitirá que en Palestina y en toda la región florezca una paz genuina. Sólo así la coexistencia étnica tiene una posibilidad real de realizarse.
El poeta alemán de la resistencia contra los nazis, Henk van Randwijk, escribió en su poema “Mensaje a los vivos”:
Un pueblo que cede ante los tiranos
pierde más que el cuerpo y sus bienes
se extinguirá la luz.
El sábado 24 de enero de 2009, dos días después de que cesaran las hostilidades israelíes y a pesar de todas las muertes, la devastación y del trauma, cientos de miles de niños palestinos surgieron casi literalmente de los escombros a los que había quedado reducida la mayor parte de Gaza y acudieron con entusiasmo a sus destrozadas escuelas llevando sus gastadas mochilas, sus maltrechos libros y sus almas heridas. Su agonía era profunda y su ira lo era aún más, pero sus ojos seguían brillando con rebeldía, ambición y esperanza de emancipación. No extingan su luz.
- Omar Barghouti es un analista politico y cultural palestino independiente y miembro fundador de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).Este artículo se basa en una ponencia presentada recientemente en universidades canadienses como parte de la Semana del Apartheid Israelí.
Notas:
[1] http://electronicintifada.net/
[2] Robert Kagan, "Power and Weakness," Policy Review, No. 113, junio de 2002.
[3] la campaña palestina de BDS ha rechazado sistemáticamente toda forma de racismo, incluyendo la islamofobia, el sionismo y el antisemitismo www.BDSmovement.net
[4] http://www.kibush.co.il/show_
[5] http://www.transnational.org/
[6] Ibid.
[7] CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied Palestinian Territory, Bruselas, 7 de noviembre de 2008.
[8] Para más información véase: Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina, Crítica, 2008
[9] http://www.countercurrents.
[10] http://www.guardian.co.uk/
[11] http://www.counterpunch.org/
[12] http://www.pchrgaza.org/files/
[13] http://right2edu.birzeit.edu/
[14] http://www.amnesty.org/en/
[15] http://www.nytimes.com/2009/
[16] http://www.timesonline.co.uk/
[17] http://www.amnesty.org/en/
[18] http://www.hrw.org/en/news/
[19] http://www.btselem.org/
[20] http://www.euromedrights.net/
[21] http://jta.org/news/article/
[22] http://www.zmag.org/znet/
[23] http://alanhartdiary.blogspot.
[24] http://www.guardian.co.uk/
[25] http://www.ijsn.net/home/
[26] http://www.bdsmovement.net/?q=
[27] para más detalles, véase: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity & Ethics, ZNet, 28 de septiembre de 2002.
[28] Cité por primera vez algunos de los siguientes ejemplos en: http://www.pacbi.org/
[29] Editorial de Ha’aretz, A Fence Along the Settlers’ Lines, 3 de octubre de 2003.
[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz, 20 de junio de 2003.
[31] Ibid.
[32] El Dr. Aghlab Khouri del Hospital St. John Eye de Jerusalén explica en su declaración jurada a una organización de derechos humanos el efecto del impacto en el ojo de una bala de metal recubierta de caucho: “Los casos que he tratado durante los enfrentamientos fueron casos de tiros directos a los ojo con balas de metal recubiertas de caucho. Este tipo de bala no es afilada pero tiene un trozo de metal en su interior; golpea el ojo a gran velocidad y causa un impacto que destroza el ojo”.
[33] Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, 6 de noviembre de 2000.
[34] Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force in Israel, Gaza and the West Bank, 3 de noviembre de 2000. http://www.phrusa.org/
[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, octubre de 2001.
[36] http://www.haaretz.com/hasen/
[38] http://bdsmovement.net/files/
[39] Aron Shai, “The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel, 1965 -1969” en: History and Memory, Vol. 18, número #2 (Fall 2006), University of Indiana Press. Véase también: Meron Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy Land, Berkeley: The University of California Press, 2000; Walid Khalidi, “Why Did the Palestinians Leave, Revisited.” Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta, Atlas of Palestine 1948, Palestine Land Society, December 2004; Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina.
[40] En la traducción oficial israelí esta ley de 1952 fue titulada erróneamente “Ley de nacionalidad”.
[41] Roselle Tekiner, "Race and the Issue of National Identity in Israel.”
[42] E/C.12/1/Add.27 del 4 de diciembre de 1998.
[43] http://weekly.ahram.org.eg/
[44] Ha’aretz, 22 de mayo de 2003.
[45] Ronnie Kasrils y Victoria Brittain, Both Palestinians and Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 de mayo de 2005. http://www.guardian.co.uk/
[46] Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to Arab Sector, Ha’aretz, 28 de marzo de 2005.
[47] Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, lunes, 1 de julio de 2002.
[48] http://www.guardian.co.uk/
[49] http://www.jpost.com/servlet/
[50] http://www.pacbi.org/
[51] http://www.pacbi.org/
[52] http://www.pacbi.org/
[53] http://www.pacbi.org/
[54] http://www.pacbi.org/
[55] http://www.pacbi.org/boycott_
==fr==
Las comunidades palestinas de Jerusalén, Jaffa, Hebrón, el valle de Jordán y el Naqab (Negev), entre otras, han estado sometidas recientemente a algunas de las peores y continuas campañas israelíes de limpieza étnica con el objetivo de “judaizar” su espacio. Qalqilya está asfixiada por el Muro del apartheid que la rodea por todas partes, mientras que Nablus está sometida a un constante asedio. Hace unos meses la comunidad palestina de Acre fue brutalmente atacada por judíos fundamentalistas y xenófobos en uno de los peores pogromos de los que han sido testigo los palestinos de Israel. Gaza sigue destacando hoy como una prueba de nuestra humanidad común y nuestra indispensable moralidad. Un minucioso análisis del papel desempeñado por occidente y por algunos gobiernos árabes en relación a la criminal guerra de agresión de Israel contra Gaza demostrará un rotundo fracaso en ambos. Durante todo el atroz ataque, el occidente oficial junto con los gobiernos de Egipto, Arabia Saudí, la Autoridad Palestina de Ramala y los dirigentes de la ONU [1] fueron cómplices voluntarios de las graves violaciones por parte de Israel del derecho internacional y de los derechos humanos fundamentales.
En unas palabras que pueden ser utilizadas con bastante corrección para describir a Israel, Robert Kagan, un destacado ideólogo neo-conservador, justifica las tendencias hegemónicas como una prerrogativa de los más poderosos [2]:
“Estados Unidos permanece envuelto en la historia y ejerce su poder en el anárquico mundo hobbesiano en el que no se puede contar con la legislación y las normas internacionales, y en el que la verdadera seguridad y la defensa y promoción de un orden liberal siguen dependiendo de la posesión y uso del poder militar”.
Fiel a este paradigma, Israel ha mantenido durante décadas un régimen de ocupación, colonización y apartheid sobre la población originaria de Palestina por medio de la “posesión y uso del poder militar”, junto con la indispensable connivencia de las potencias occidentales cuya generosidad incondicional ha permitido a Israel durante seis décadas mantener y desarrollar su polifacético sistema de opresión colonial contra el pueblo palestino.
Contribuyendo al bloqueo ilegal y a la criminal guerra contra Gaza, la Unión Europea y otros Estados occidentales han llegado a un estadio cualitativamente diferente de complicidad y se han convertido, de manera más flagrante que nunca, en cómplices totales de la política israelo-estadounidense de minar el imperio de la ley y de apoyar en su lugar la ley de la selva, promoviendo con ello la profecía de autocumplimiento de Bush-Bin Laden de un mundo dicotómico dividido quirúrgicamente entre el bien y el mal y en el que cada lado considera al otro el mal.
En respuesta a esta alianza fatal del capitalismo salvaje en occidente con el racismo, la exclusión y el sometimiento colonial israelíes, el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) a Israel presenta no sólo una forma de resistencia civil no violenta progresista, antirracista [3], elaborada, sostenible, moral y eficaz, sino que es una oportunidad real de convertirse en la catálisis política y el ancla moral de un movimiento internacional fortalecido y vigorizado capaz de reafirmar los derechos de todos los seres humanos a la libertad, la igualdad y la dignidad, y el derecho de las naciones a la autodeterminación.
Gaza: la complicidad occidental en los crímenes de guerra
Ya en 2007, Richard Falk, un destacado experto en derecho internacional de la Universidad de Princeton y actual Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) calificó el asedio israelí a Gaza apoyado por occidente de “preludio al genocidio”[4] y, más adelante, de “Holocausto en gestación” [5]. Falk, que es judío, argumentó que el asedio es especialmente alarmante porque expresa de manera vívida “un intención deliberada por parte de Israel y sus aliados de someter a toda una comunidad humana a unas condiciones que ponen en peligro la vida humana y que son de una crueldad sin paliativos” [6].
Utilizando un lenguaje más diplomático, Sara Roy [7], una experta de la Universidad de Harvard en desarrollo en los TPO, acusa a la UE y a Estados Unidos de complicidad con una política deliberada israelí de “des-desarrollo” de los TPO que cercena toda posibilidad de crear una Estado palestino independiente y soberano. Roy argumenta que al proporcionar a los palestinos “unos beneficios tangibles, como ingresos más altos y una mejora de las infraestructuras” la UE esperaba comprar el apoyo palestino a unas concesiones fundamentales en las denominadas “negociaciones de paz”. Y concluye: “se abandonó la lógica del derecho internacional en interés de mantener un fallido proceso político”.
Un examen del asedio israelí a Gaza, la mayoría de cuya población son refugiados a los que los sionistas (y más tarde Israel) desplazaron por la fuerza durante la Nakba de 1948 [8], puede arrojar luz a esta política de “des-desarrollo” que, como lo consideran la mayoría de los expertos, equivale a un castigo colectivo. Durante este asedio que todavía continua (desde hace ya 21 meses), más del 80% del millón y medio de palestinos encerrados en la “mayor cárcel al aire libre” del mundo han sido castigados a la pobreza y a depender de la ayuda humanitaria internacional; toda la infraestructura económica ha sido diezmada sistemáticamente, más del 95% de sus fábricas han tenido que cerrar lo que ha provocado una pobreza y un paro que se sitúa en unos índices inferiores a los subsaharianos; la instituciones educativas no han podido funcionar debidamente a causa de la falta de combustible y de electricidad durante largos periodos; el sistema sanitario está a punto de colapsar y cientos de pacientes que necesita cuidados médicos críticos, especialmente los pacientes de cáncer y de enfermedades renales, han muerto después de que se les denegara el acceso a instalaciones médicas fuera de Gaza.
Los efectos a largo plazo del asedio son aún más sobrecogedores [9]. Según al Organización Mundial de la Salud, la desnutrición crónica y las enfermedades relacionadas con la dieta han aumentado de forma alarmante, lo que ha provocado que se dispare el número de bebés que nacen con bajo peso, la anemia en más de dos tercios de los niños de hasta un año y raquitismo en cerca del 13.2% de los niños menores de cinco años. Además, se han empezado a propagar desenfrenadamente enfermedades que son prevenibles. Miles de personas, la mayoría niños, han sufrido graves problemas auditivos debido al uso intenso y continuado de bombas sónicas durante semanas. Estudios sanitarios han demostrado que en el futuro toda una generación de niños palestinos de Gaza sufrirán graves problemas de desarrollo y mentales durante muchos años. También hay ya un significativo a aumento del índice de incidencia del cáncer y de otras enfermedades mortales relacionadas directamente con la contaminación provocada por Israel y con el hecho de que éste niegue la atención médica.
Karen Abu Zayd, Comisionada General de UNRWA, advirtió del devastador impacto del asedio israelí [10]:
“Gaza está al límite de convertirse en el primer territorio que es reducido intencionadamente a un estado de indigencia abyecta con el conocimiento y el consentimiento de la comunidad internacional y se podría decir que alentado por ella … El trabajo humanitario y de desarrollo humano nunca ha sido un trabajo que funcione en un medio carente de esfuerzos constructivos para resolver un conflicto o tratar sus causas subyacentes. Además, el trabajo humanitario está profundamente minado en un contexto en el que hay una complicidad implícita o activa para crear unas condiciones de sufrimiento generalizado”.
Es este aspecto del asedio, el proceso que lleva a la muerte lenta de miles de personas y a inhibir el desarrollo de una generación de niños palestinos, lo que llevó a la reveladora descripción hecha por Falk del asedio de Israel como actos constitutivos de genocidio.
La ex-ministra de educación israelí y dirigente de izquierda, Shulamit Aloni, adoptó hace años esta denominación de las políticas de Israel respecto a los palestinos que están bajo su ocupación. Ya en 2003, ella condenó una atrocidad israelí que parece nimia en comparación con las masacres que Israel acaba de cometer en Gaza al afirmar [11]:
“Así que todavía no existe un genocidio del terrible y único estilo del que nosotros fuimos víctimas en el pasado. Y como me dijo uno de los inteligentes generales [israelíes], nosotros no tenemos crematorios ni cámaras de gas. ¿Es consecuente con la ética judía todo lo que no sea esto? ¿Oyó él alguna vez cómo todo un pueblo decía que no sabía lo que se estaba haciendo en su nombre?”.
Y esto se dijo antes de la devastadora masacre en Gaza.
Según respetadas organizaciones de derechos humanos activas sobre el terreno, la ofensiva militar israelí de 23 días que empezó el 27 de diciembre de 2008 provocó la muerte de más de 1.400 palestinos, aproximadamente un 83% de los cuales son civiles [12] y la destrucción completa o parcial de miles de hogares, de la principal universidad, de 45 mezquitas, de varios ministerios incluyendo los de Educación y Justicia, de decenas de escuelas [13], de un hospital del Creciente Rojo y de decenas de ambulancias [14] y clínicas, así como de miles de fábricas y pequeñas empresas. Se cometieron varias masacres que están bien documentadas. En un tono inusualmente duro, el Comité Internacional de Cruz Roja (ICRC, en sus siglas en inglés, como todas las que vienen a continuación) [15] acusó a Israel de no haber proporcionado atención médica a los heridos y de haber impedido que la ayuda médica llegara hasta ellos, lo que provocó que se desangraran hasta morir. Ambas cosas son graves violaciones del derecho humanitario internacional. Más de 400 niños palestinos murieron durante las tres semanas de bombardeos, muchos de ellos a causa de las quemaduras provocadas por el uso ilegal por parte de Israel de bombas de fósforo blanco.
En el primer día de su ataque a Gaza el ejército israelí causó una destrucción generalizada de la infraestructura civil y mató a casi 200 civiles palestinos, muchos de ellos estudiantes de policía que no eran combatientes, mientras que no murió ningún civil israelí. Sin embargo, los dirigentes occidentales emitieron rápidamente declaraciones expresando su preocupación por la pérdida de vidas y por el sufrimiento de “ambos bandos”, culparon a la resistencia palestina de haber provocado estas atrocidades y absolvieron a Israel de toda responsabilidad con el pretexto de su “derecho a defenderse”.
Sin embargo, destacados juristas internacionales [16] rechazaron categóricamente el argumento de su auto-defensa esgrimido por Israel y le acusaron de cometer crímenes de guerra. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Secretario General de ésta han pedido una investigación imparcial e independiente de los crímenes de guerra. Amnistía Internacional [17], Human Rights Watch [18], las principales organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem [19], la Federación Internacional para Derechos Humanos (FIDH) y la Red Euro-Mediterránea de Derechos Humanos [20], entre muchas otras organizaciones, han acusado igualmente a Israel de cometer crímenes de guerra y han rechazado tajantemente su afirmación de que ejercía su derecho a defenderse, particularmente puesto que Israel fue el primero en violar el acuerdo de alto el fuego con Hamás de junio de 2008 el día 4 de noviembre cuando atacó y mató a 6 resistentes sin que mediara provocación alguna.
Gerald Kaufman, un judío veterano diputado del Parlamento británico por el Partido Laborista comparó alguna de las acciones israelíes con las de los nazis [21]. Lo mismo hicieron Noam Chomsky [22] y el superviviente del Holocausto y académico, Hajo Meyer [23], del grupo A Different Jewish Voice de los Países Bajos. Haciéndose eco de Kaufman, Chomsky y Meyer, destacados intelectuales y académicos británicos judíos compararon Gaza con el Ghetto de Varsovia en una carta publicada en The Guardian [24] y lo mismo hizo la Red Internacional Judía Antisionista en el Día de Conmemoración de Holocausto de este año [25].
Otras políticas coloniales y de apartheid de Israel
Además de Gaza, la sociedad civil palestina y un número cada vez mayor de influyentes abogados de derechos humanos reconocen que el régimen de Israel sobre el pueblo originario de Palestina constituye ocupación, colonización y apartheid. Específicamente, la opresión desde hace décadas por parte de Israel adopta tres formas básicas que son el centro del llamamiento palestino al BDS [26]:
(1) La prolongada ocupación y colonización de Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén y otros territorios árabes,
(2) El sistema de discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel,
(3) La persistente negación de los derechos, sancionados por la ONU, de los refugiados palestinos, el principal de los cuales es su derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares originarios según la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU.
Acabar con estas tres formas de opresión es el requisito mínimo para lograr una paz justa en nuestra región.
La más importante de estas tres injusticia es, sin lugar a dudas, la negativa por parte de Israel del derecho de los refugiados palestinos a retornar. El centro de la cuestión palestina siempre ha sido la difícil situación de los refugiados que fueron limpiados étnicamente durante la Nakba y continúan siéndolo desde entonces. El hecho de que los refugiados son la mayoría del pueblo palestino unido a sus sufrimientos en el exilio desde hace sesenta años supone el reconocimiento de sus derechos básicos, incluyendo el derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares de origen, lo cual es la prueba decisiva de la moralidad de cualquiera que sugiera una solución justa y duradera para el conflicto palestino-israelí. Aparte de los derechos morales y legales, negar los derechos de los refugiados palestinos garantiza la perpetuación del conflicto [27].
Por lo que se refiere a la ocupación [28], nada expresa su profunda injusticia tanto como el colonial Muro de Israel. A pesar de las graves repercusiones que tiene el Muro sobre los medios de vida palestinos, su medio ambiente y los derechos políticos, prácticamente todos los judíos israelíes lo apoyan [29]. Sin embrago, el ex- ministro israelí de Medio Ambiente, Yehudit Naot, protestó por este aspecto específico (medioambiental) del Muro afirmando [30]:
“El muro de separación corta la continuidad de las zonas abiertas y es perjudicial para el paisaje, la flora y la fauna, los corredores ecológicos y el drenaje de los arroyos. Su sistema de protección afectará irreversiblemente a los recursos de la tierra y crea enclaves de comunidades a los que se corta de su entorno”.
Incluso después de que se trasladaran los lirios y de que se crearan corredores para los animales pequeños, el portavoz de las Autoridades para la Protección de la Naturaleza y los parques Naturales de Israel seguía quejándose [31]:
“Los animales no saben que ahora hay una frontera. Están acostumbrados a determinado espacio vital y lo que nos preocupa es que su diversidad genética se vea afectada porque diferentes grupos de población no podrán aparearse y reproducirse. Aislar a las poblaciones a ambos lados del muro definitivamente crea un problema genético”.
Mientras que estaba tan preocupado por el bienestar de las flores silvestres y de los conejos, Israel trataba a los niños palestinos como criaturas de las que se puede prescindir. Tiradores adiestrados profesionalmente disparaban contra ellos durante incidentes sin importancia de lanzamiento de piedras. Por ejemplo, fuentes médicas [32] y organizaciones de derechos humanos, incluyendo Médicos por los Derechos Humanos, han documentado en los primeros momentos de la actual Intifada una pauta en la que se dispara a los ojos [33] y a las rodillas de los niños palestinos con la “clara intención” de hacer daño [34].
Y cuando no había un incidente de lanzamiento de piedras tras el que esconderse, los soldados israelíes lo provocaban. El veterano periodista estadounidense Chris Hedges expuso [35] cómo antes de replegarse fuera de Gaza los soldados israelíes habían provocado sistemáticamente a los niños palestinos que jugaban en las dunas de la zona de Rafah para disparar contra ellos y concluía: “En otros conflictos que he cubierto se ha disparado a niños […] pero nunca había visto a soldados atraer a niños como se atrae a un ratón hacia una trampa y matarlos por deporte”.
Gran cantidad de personalidades, como el arzobispo Desmond Tutu, el ex-presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el ex-Relator Especial de Derechos Humanos de la ONU John Dugard, entre otros, han considerado que las políticas represivas y racistas ejercidas por Israel en los territorios palestinos ocupados en 1967 constituyen apartheid. En la misma línea, el ex-fiscal general israelí, Michael Ben-Yair, escribió en 2002 un artículo en Ha'aretz en el que describía el régimen de Israel en los TPO: “Elegimos entusiasmados convertirnos en una sociedad colonial, que ignora los tratados internacionales, expropia tierras, transfiere colonos desde Israel a los territorios ocupados, está implicada en el robo y encuentra justificación para todas estas actividades … En efecto, establecimos un régimen de apartheid en los territorios ocupados….” [36].
Sin embargo, la aplicabilidad a Israel del crimen de apartheid tal como lo definen las convenciones de la ONU en general o bien se ha pasado por alto inadvertidamente o bien se ha ignorado intencionadamente al ser un tema delicado que tiene todas las posibilidades de suscitar la ira vengativa de los poderosos lobbies en favor de Israel. Con todo, no se puede menos que examinar los hechos y analizar en consecuencia el sistema de gobernanza de Israel.
El argumento más firme que dan (a veces bien intencionadamente) los expertos que rechazan aplicar el calificativo de apartheid a Israel es que la analogía entre éste y Sudáfrica no es exacta y que, en muchos aspectos, la represión de Israel es incluso más severa y requiere una definición totalmente diferente. El problema de este argumento es que asume, bastante incorrectamente, que el apartheid es un sello característico de Sudáfrica y, por consiguiente, se debe demostrar que todo régimen acusado de practicarlo es idéntico al régimen de apartheid sudafricano de antaño. Sin embargo, aunque el apartheid atrajo la atención del mundo entero y recibió su nombre del racista régimen de Sudáfrica, había sido reconocido por Naciones Unidas desde hacía décadas como un crimen generalizado con una definición universal.
La Convención para la Supresión y Castigo del Crimen del Apartheid de 1976 define apartheid [37] como “políticas y prácticas de segregación y discriminación racial similares a las que se practicaron en África del Sur” que tienen “el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlas sistemáticamente, en particular por medios como la segregación, la expropiación de la tierra y la negación del derecho a salir y regresar a su país, el derecho a la nacionalidad y el derecho a la libertad de movimientos y de residencia” (Artículo II). La similitud con Sudáfrica se cita no como una condición sino en reconocimiento de su estatuto como un precedente histórico.
Como se afirma en un reciente y exhaustivo documento de toma de postura del Comité nacional de BDS Palestino [38], el origen de Israel, su legislación y sus políticas contra el pueblo palestino coinciden en buena medida con la definición de apartheid. Los orígenes conceptuales de esta forma única de apartheid de Israel se encuentran en el Sionismo, una ideología racista europea que fue adoptada por la corriente dominante del movimiento sionista (Organización Sionista Mundial, Agencia Judía, Fondo nacional Judío) para reclutar apoyo politico, y justificarlo, para su proyecto colonial de establecer un Estado exclusivamente judío en la Palestina histórica. Los sionistas políticos despreciaron a la población originaria de Palestina como no existente en la famosa consigna sionista de “una tierra sin pueblo”. Al convertir a esta consigna en una profecía de autocumplimiento, las fuerzas sionistas desplazaron por la fuerza de su patria a entre 750.000 y 900.000 palestinos y destruyeron cientos de pueblos palestinos previamente despoblados por ellos en una operación calificada de “limpiar el paisaje” que duró hasta 1960 [39].
El régimen de Israel sobre el pueblo palestino equivale al apartheid precisamente porque presenta muchos de los principales características de este crimen tal como lo define el derecho internacional:
1. La discriminación racial contra los palestinos originarios que se convirtieron en ciudadanos del Estado de Israel se formalizó e institucionalizó por medio de la creación por ley de la “nacionalidad judía, que es distinta de la ciudadanía israelí. En Israel existe la nacionalidad no “israelí” y el Tribunal Supremo [de Israel] se ha negado una y otra vez a reconocer una [sola nacionalidad] ya que eso acabaría con el sistema de primacía judía en Israel. La Ley del Retorno de 1950 da derecho a todos los judíos (y sólo a los judíos) a los derechos de los nacionales, concretamente en derecho a entrar en “Eretz Yisrael” (Israel y los TPO) y a disfrutar inmediatamente de todos los derechos legales y políticos. La “nacionalidad judía” según la Ley del Retorno es extraterritorial lo que contraviene el derecho público internacional referente a la nacionalidad. Incluye a ciudadanos judíos de otros países, sin tener en cuenta si desean pertenecer al colectivo de los “judíos nacionales”, y excluye a los “no judíos” (esto es, a los palestinos) de los derechos nacionales en Israel.
2. La Ley de Ciudadanía de 1952 [40] ha creado un discriminatorio sistema legal a dos niveles según el cual los judíos poseen la nacionalidad y la ciudadanía mientras que los ciudadanos palestinos originarios que permanecen [en Israel] sólo tienen la ciudadanía [41]. Según la legislación israelí, el estatuto de nacionalidad judía va acompañado de derechos y beneficios de primera clase que no se conceden a los ciudadanos palestinos.
3. La Ley del Estatuto Israelí de 1952 autoriza a la Organización Sionista Mundial/Agencia Judía y a sus filiales, incluyendo el Fondo Nacional Judío, a controlar la mayor parte de la tierra de Israel para beneficio exclusivo de los judíos. En 1998 El Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) expresó [42] su grave preocupación por esta ley y afirmó que la confiscación sistemática y a gran escala de tierras y de propiedades palestinas por parte del Estado y la transferencia de estas propiedades a dichas agencias constituye una forma institucionalizada de discriminación, porque estas agencias deniegan por definición el uso de estas propiedades a los ciudadanos no judíos del Estado.
4. Basándose en motivos racistas se ha impedido por medio de la fuerza y de la legislación el retorno de los refugiados y de los desplazados internos palestinos, tal como exige el derecho internacional. Simplemente porque no son judíos, los refugiados palestinos están excluidos del derecho a la ciudadanía en el Estado de Israel según la Ley de la Ciudadanía de 1952. Fueron “desnacionalizados” y devueltos a la condición de refugiados sin Estado en violación de la ley de sucesión del Estado. Sus tierras y otras propiedades fueron confiscadas por el Estado. Los aproximadamente 150.000 palestinos que permanecieron en Israel tras la Nakba de 1948 quedaron bajo un régimen militar (1948 – 1966) similar al regimen actualmente en vigor en los TOP.
Durante décadas la norma ha sido la discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel en cada uno de los aspectos vitales de la vida. Desde al propiedad de la tierra hasta la educación parando por el trabajo y la vivienda, las leyes y las políticas del Estado ha negado la igualdad a los palestinos originarios. Por ejemplo, no se les permite comprar o alquilar tierra en aproximadamente el 93% del territorio del Estado de Israel [43]. Hasta la fecha las encuestas de opinión demuestran que una abrumadora mayoría de judíos israelíes se oponen a la total igualdad con los palestinos originarios del Estado [44]. El hecho de que, a diferencia de los negros africanos bajo el apartheid, los palestinos puedan votar es casi una formalidad, podríamos decir que un formulismo claramente diseñado para proyectar una imagen engañosa de democracia y eludir las bien justificadas acusaciones de apartheid [45].
El apartheid israelí está fuertemente presente incluso en la investigación del cáncer [46]. En junio de 2001 el ministerio de Sanidad publicó un mapa de la distribución geográfica de enfermedades malignas en Israel durante los años 1984-1999. El informe no incluía a una sola comunidad palestina en Israel, excepto Rahat, supuestamente debido a “problemas de presupuesto”. Esta investigación es particularmente importante porque en Israel sólo cuando se demuestra una correlación entre la presencia de lugares contaminantes y la incidencia de enfermedades malignas es posible impedir la instalación de nuevos peligros o solicitar mayores controles medioambientales. Al omitir intencionadamente las ciudades palestinas en sus exhaustivos mapas del cáncer, el ministerio de Sanidad ha dado indirectamente luz verde a los contaminadores para que se trasladen a las ciudades palestinas dentro de Israel, por no hablar de los TPO. Los resultados de esta política sanitaria de apartheid no auguran nada bueno. En las últimas tres décadas el índice de enfermedades malignas entre la población palestina en Israel ha aumentado de 3 a 4 veces en relación a la población judía. Un portavoz del Centro Israelí contra el Racismo comentaba: “El informe ha producido dos grupos diferentes. Uno, un grupo sobreprivilegiado, cuyas vidas son preciosas para el Estado y el ministerio de Sanidad, y un segundo, cuyas vidas carecen de importancia para el Estado”.
Hay que considerar esta discriminación en el más amplio contexto de la percepción que tienen en Israel de los palestinos los principales políticos, intelectuales, académicos y medios de comunicación israelíes como una “amenaza demográfica” que hay que tratar con resolución y de ahí el ascenso de los partidos políticos abiertamente fascistas en las recientes elecciones parlamentarias. Haciéndose eco de un punto de vista popular en Israel, un prominente académico, el general de división (de la reserva) Shlomo Gazit del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos, preconiza: “La democracia tiene que estar subordinada a la demografía” [47]. Y ahora, el fanático dirigente de la derecha israelí Avigdor Lieberman y sus partidarios afirman que la democracia tiene que estar subordinada a la lealtad a la supremacía judía.
La complicidad de los gobiernos occidentales con toda esta abominable violación del derecho internacional y de los derechos humanos básicos ha llevado a muchos analistas a considerar el papel de Occidente como profundamente fallido, tanto moral como legalmente. La total impunidad de la que disfruta Israel le ha permitido presentarse y actuar como un incontrolable “perro rabioso” (una imagen evocada hace décadas por Moshe Dayan y refrendada más recientemente por el historiador militar israelí Martin Van Creveld [48]) en un intento de hacer que los palestinos se sometan a su deseo colonia, de que acepten la esclavitud como su destino.
Más que ninguna otra cosa, esta impunidad criminal y la categórica denegación de derechos es lo que fundamentalmente motivó la campaña palestina de BDS.
Desde el 9 de julio de 2005 prácticamente toda la sociedad civil palestina de todas partes ha estado defendiendo el boicot, la desinversión y las sanciones como una forma eficaz de solidaridad que tiene una posibilidad real de provocar el final de la complicidad occidental con Israel y, por consiguiente, de la ocupación, la colonización y el apartheid de Israel. Desde el mismo momento en que se inició el ataque criminal de Israel contra Gaza y durante este ataque la sociedad civil palestina ha permanecido más unida que nunca en urgir a las personas de conciencia de todo el mundo para que hagan que Israel asuma su responsabilidad por sus crímenes tratándolo como se trató a Sudáfrica durante el régimen de apartheid. En respuesta, sindicatos, grupos de académicos, organizaciones religiosas, partidos políticos, movimientos sociales y otros han adoptado campañas de BDS creativas, acordes con el contexto y sostenibles, desde Sudáfrica hasta Noruega, desde Australia a Canadá, desde Gran Bretaña a Venezuela, e incluso desde el estrado del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas [49].
El terrorismo de Estado de Israel en Gaza, permitido por el prácticamente ilimitado apoyo de Estados Unidos y de los gobiernos occidentales en general, fue un catalizador clave en la difusión y profundización de la campaña de BDS por todo el mundo que hizo que los defensores de los derechos palestinos sintieran que finalmente había llegado nuestro momento sudafricano. Ahora, a nivel de los movimientos de base, se considera a Israel un paria internacional que comete con impunidad crímenes de guerra y que tiene que ser considerado responsable según el derecho internacional y los principios básicos de los derechos humanos.
Sólo las últimas semanas han sido testigo de algunos de los indicios más significativos para datar este fenómeno. El Sindicato Canadiense de Funcionarios (CUPE)-Comité de Coordinación de los Trabajadores de la Universidad de Ontario (OUWCC) en su conferencia anual del pasado mes de febrero apoyó [50] el boicot a las instituciones académicas israelíes. Hace unos días la Fédération autonome du collégial (FAC) de Quebec también se unió a la campaña de BDS [51]. En Durban, Sudáfrica, el sindicato de estibadores afiliados a COSATU se negó a principios de febrero a descargar un bardo de carga israelí [52], lo que nos recordó acciones similares emprendidas contra los barcos sudafricanos durante la época del apartheid. Un grupo de estibadores australianos y un grupo de dirigentes sindicales progresistas estadounidenses suscribieron la acción de BDS sudafricana. En Estados Unidos el College de Hampshire estableció un precedente histórico [53] al anunciar que retiraba sus inversiones en seis compañías que se benefician de la ocupación israelí. De manera significativa, Hampshire fue también el primer college en Estados Unidos en retirar sus inversiones de la Sudáfrica del apartheid en los años setenta. En Gales la Universidad de Cardiff accedió [54] a las demandas de los estudiantes y decidió retirar sus inversiones de compañías que apoyaban la ocupación. Incluso en Francia, donde la campaña de BDS ha tenido que hacer frente a una dura batalla durante años, recientemente un grupo de destacados académicos emitió una declaración [55] apoyando explícitamente la campaña de BDS para acabar con la impunidad de Israel.
Este último fortalecimiento espectacular de la campaña de BDS, especialmente desde la agresión israelí contra Gaza, nos da esperanzas de que un día acabará la impunidad de Israel y la connivencia con él de Occidente, Naciones Unidas y [del mundo] árabe, lo que permitirá que en Palestina y en toda la región florezca una paz genuina. Sólo así la coexistencia étnica tiene una posibilidad real de realizarse.
El poeta alemán de la resistencia contra los nazis, Henk van Randwijk, escribió en su poema “Mensaje a los vivos”:
Un pueblo que cede ante los tiranos
pierde más que el cuerpo y sus bienes
se extinguirá la luz.
El sábado 24 de enero de 2009, dos días después de que cesaran las hostilidades israelíes y a pesar de todas las muertes, la devastación y del trauma, cientos de miles de niños palestinos surgieron casi literalmente de los escombros a los que había quedado reducida la mayor parte de Gaza y acudieron con entusiasmo a sus destrozadas escuelas llevando sus gastadas mochilas, sus maltrechos libros y sus almas heridas. Su agonía era profunda y su ira lo era aún más, pero sus ojos seguían brillando con rebeldía, ambición y esperanza de emancipación. No extingan su luz.
- Omar Barghouti es un analista politico y cultural palestino independiente y miembro fundador de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).Este artículo se basa en una ponencia presentada recientemente en universidades canadienses como parte de la Semana del Apartheid Israelí.
Notas:
[1] http://electronicintifada.net/
[2] Robert Kagan, "Power and Weakness," Policy Review, No. 113, junio de 2002.
[3] la campaña palestina de BDS ha rechazado sistemáticamente toda forma de racismo, incluyendo la islamofobia, el sionismo y el antisemitismo www.BDSmovement.net
[4] http://www.kibush.co.il/show_
[5] http://www.transnational.org/
[6] Ibid.
[7] CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied Palestinian Territory, Bruselas, 7 de noviembre de 2008.
[8] Para más información véase: Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina, Crítica, 2008
[9] http://www.countercurrents.
[10] http://www.guardian.co.uk/
[11] http://www.counterpunch.org/
[12] http://www.pchrgaza.org/files/
[13] http://right2edu.birzeit.edu/
[14] http://www.amnesty.org/en/
[15] http://www.nytimes.com/2009/
[16] http://www.timesonline.co.uk/
[17] http://www.amnesty.org/en/
[18] http://www.hrw.org/en/news/
[19] http://www.btselem.org/
[20] http://www.euromedrights.net/
[21] http://jta.org/news/article/
[22] http://www.zmag.org/znet/
[23] http://alanhartdiary.blogspot.
[24] http://www.guardian.co.uk/
[25] http://www.ijsn.net/home/
[26] http://www.bdsmovement.net/?q=
[27] para más detalles, véase: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity & Ethics, ZNet, 28 de septiembre de 2002.
[28] Cité por primera vez algunos de los siguientes ejemplos en: http://www.pacbi.org/
[29] Editorial de Ha’aretz, A Fence Along the Settlers’ Lines, 3 de octubre de 2003.
[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz, 20 de junio de 2003.
[31] Ibid.
[32] El Dr. Aghlab Khouri del Hospital St. John Eye de Jerusalén explica en su declaración jurada a una organización de derechos humanos el efecto del impacto en el ojo de una bala de metal recubierta de caucho: “Los casos que he tratado durante los enfrentamientos fueron casos de tiros directos a los ojo con balas de metal recubiertas de caucho. Este tipo de bala no es afilada pero tiene un trozo de metal en su interior; golpea el ojo a gran velocidad y causa un impacto que destroza el ojo”.
[33] Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, 6 de noviembre de 2000.
[34] Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force in Israel, Gaza and the West Bank, 3 de noviembre de 2000. http://www.phrusa.org/
[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, octubre de 2001.
[36] http://www.haaretz.com/hasen/
[38] http://bdsmovement.net/files/
[39] Aron Shai, “The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel, 1965 -1969” en: History and Memory, Vol. 18, número #2 (Fall 2006), University of Indiana Press. Véase también: Meron Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy Land, Berkeley: The University of California Press, 2000; Walid Khalidi, “Why Did the Palestinians Leave, Revisited.” Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta, Atlas of Palestine 1948, Palestine Land Society, December 2004; Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina.
[40] En la traducción oficial israelí esta ley de 1952 fue titulada erróneamente “Ley de nacionalidad”.
[41] Roselle Tekiner, "Race and the Issue of National Identity in Israel.”
[42] E/C.12/1/Add.27 del 4 de diciembre de 1998.
[43] http://weekly.ahram.org.eg/
[44] Ha’aretz, 22 de mayo de 2003.
[45] Ronnie Kasrils y Victoria Brittain, Both Palestinians and Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 de mayo de 2005. http://www.guardian.co.uk/
[46] Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to Arab Sector, Ha’aretz, 28 de marzo de 2005.
[47] Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, lunes, 1 de julio de 2002.
[48] http://www.guardian.co.uk/
[49] http://www.jpost.com/servlet/
[50] http://www.pacbi.org/
[51] http://www.pacbi.org/
[52] http://www.pacbi.org/
[53] http://www.pacbi.org/
[54] http://www.pacbi.org/
[55] http://www.pacbi.org/boycott_
==es==
Las comunidades palestinas de Jerusalén, Jaffa, Hebrón, el valle de Jordán y el Naqab (Negev), entre otras, han estado sometidas recientemente a algunas de las peores y continuas campañas israelíes de limpieza étnica con el objetivo de “judaizar” su espacio. Qalqilya está asfixiada por el Muro del apartheid que la rodea por todas partes, mientras que Nablus está sometida a un constante asedio. Hace unos meses la comunidad palestina de Acre fue brutalmente atacada por judíos fundamentalistas y xenófobos en uno de los peores pogromos de los que han sido testigo los palestinos de Israel. Gaza sigue destacando hoy como una prueba de nuestra humanidad común y nuestra indispensable moralidad. Un minucioso análisis del papel desempeñado por occidente y por algunos gobiernos árabes en relación a la criminal guerra de agresión de Israel contra Gaza demostrará un rotundo fracaso en ambos. Durante todo el atroz ataque, el occidente oficial junto con los gobiernos de Egipto, Arabia Saudí, la Autoridad Palestina de Ramala y los dirigentes de la ONU [1] fueron cómplices voluntarios de las graves violaciones por parte de Israel del derecho internacional y de los derechos humanos fundamentales.
En unas palabras que pueden ser utilizadas con bastante corrección para describir a Israel, Robert Kagan, un destacado ideólogo neo-conservador, justifica las tendencias hegemónicas como una prerrogativa de los más poderosos [2]:
“Estados Unidos permanece envuelto en la historia y ejerce su poder en el anárquico mundo hobbesiano en el que no se puede contar con la legislación y las normas internacionales, y en el que la verdadera seguridad y la defensa y promoción de un orden liberal siguen dependiendo de la posesión y uso del poder militar”.
Fiel a este paradigma, Israel ha mantenido durante décadas un régimen de ocupación, colonización y apartheid sobre la población originaria de Palestina por medio de la “posesión y uso del poder militar”, junto con la indispensable connivencia de las potencias occidentales cuya generosidad incondicional ha permitido a Israel durante seis décadas mantener y desarrollar su polifacético sistema de opresión colonial contra el pueblo palestino.
Contribuyendo al bloqueo ilegal y a la criminal guerra contra Gaza, la Unión Europea y otros Estados occidentales han llegado a un estadio cualitativamente diferente de complicidad y se han convertido, de manera más flagrante que nunca, en cómplices totales de la política israelo-estadounidense de minar el imperio de la ley y de apoyar en su lugar la ley de la selva, promoviendo con ello la profecía de autocumplimiento de Bush-Bin Laden de un mundo dicotómico dividido quirúrgicamente entre el bien y el mal y en el que cada lado considera al otro el mal.
En respuesta a esta alianza fatal del capitalismo salvaje en occidente con el racismo, la exclusión y el sometimiento colonial israelíes, el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) a Israel presenta no sólo una forma de resistencia civil no violenta progresista, antirracista [3], elaborada, sostenible, moral y eficaz, sino que es una oportunidad real de convertirse en la catálisis política y el ancla moral de un movimiento internacional fortalecido y vigorizado capaz de reafirmar los derechos de todos los seres humanos a la libertad, la igualdad y la dignidad, y el derecho de las naciones a la autodeterminación.
Gaza: la complicidad occidental en los crímenes de guerra
Ya en 2007, Richard Falk, un destacado experto en derecho internacional de la Universidad de Princeton y actual Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) calificó el asedio israelí a Gaza apoyado por occidente de “preludio al genocidio”[4] y, más adelante, de “Holocausto en gestación” [5]. Falk, que es judío, argumentó que el asedio es especialmente alarmante porque expresa de manera vívida “un intención deliberada por parte de Israel y sus aliados de someter a toda una comunidad humana a unas condiciones que ponen en peligro la vida humana y que son de una crueldad sin paliativos” [6].
Utilizando un lenguaje más diplomático, Sara Roy [7], una experta de la Universidad de Harvard en desarrollo en los TPO, acusa a la UE y a Estados Unidos de complicidad con una política deliberada israelí de “des-desarrollo” de los TPO que cercena toda posibilidad de crear una Estado palestino independiente y soberano. Roy argumenta que al proporcionar a los palestinos “unos beneficios tangibles, como ingresos más altos y una mejora de las infraestructuras” la UE esperaba comprar el apoyo palestino a unas concesiones fundamentales en las denominadas “negociaciones de paz”. Y concluye: “se abandonó la lógica del derecho internacional en interés de mantener un fallido proceso político”.
Un examen del asedio israelí a Gaza, la mayoría de cuya población son refugiados a los que los sionistas (y más tarde Israel) desplazaron por la fuerza durante la Nakba de 1948 [8], puede arrojar luz a esta política de “des-desarrollo” que, como lo consideran la mayoría de los expertos, equivale a un castigo colectivo. Durante este asedio que todavía continua (desde hace ya 21 meses), más del 80% del millón y medio de palestinos encerrados en la “mayor cárcel al aire libre” del mundo han sido castigados a la pobreza y a depender de la ayuda humanitaria internacional; toda la infraestructura económica ha sido diezmada sistemáticamente, más del 95% de sus fábricas han tenido que cerrar lo que ha provocado una pobreza y un paro que se sitúa en unos índices inferiores a los subsaharianos; la instituciones educativas no han podido funcionar debidamente a causa de la falta de combustible y de electricidad durante largos periodos; el sistema sanitario está a punto de colapsar y cientos de pacientes que necesita cuidados médicos críticos, especialmente los pacientes de cáncer y de enfermedades renales, han muerto después de que se les denegara el acceso a instalaciones médicas fuera de Gaza.
Los efectos a largo plazo del asedio son aún más sobrecogedores [9]. Según al Organización Mundial de la Salud, la desnutrición crónica y las enfermedades relacionadas con la dieta han aumentado de forma alarmante, lo que ha provocado que se dispare el número de bebés que nacen con bajo peso, la anemia en más de dos tercios de los niños de hasta un año y raquitismo en cerca del 13.2% de los niños menores de cinco años. Además, se han empezado a propagar desenfrenadamente enfermedades que son prevenibles. Miles de personas, la mayoría niños, han sufrido graves problemas auditivos debido al uso intenso y continuado de bombas sónicas durante semanas. Estudios sanitarios han demostrado que en el futuro toda una generación de niños palestinos de Gaza sufrirán graves problemas de desarrollo y mentales durante muchos años. También hay ya un significativo a aumento del índice de incidencia del cáncer y de otras enfermedades mortales relacionadas directamente con la contaminación provocada por Israel y con el hecho de que éste niegue la atención médica.
Karen Abu Zayd, Comisionada General de UNRWA, advirtió del devastador impacto del asedio israelí [10]:
“Gaza está al límite de convertirse en el primer territorio que es reducido intencionadamente a un estado de indigencia abyecta con el conocimiento y el consentimiento de la comunidad internacional y se podría decir que alentado por ella … El trabajo humanitario y de desarrollo humano nunca ha sido un trabajo que funcione en un medio carente de esfuerzos constructivos para resolver un conflicto o tratar sus causas subyacentes. Además, el trabajo humanitario está profundamente minado en un contexto en el que hay una complicidad implícita o activa para crear unas condiciones de sufrimiento generalizado”.
Es este aspecto del asedio, el proceso que lleva a la muerte lenta de miles de personas y a inhibir el desarrollo de una generación de niños palestinos, lo que llevó a la reveladora descripción hecha por Falk del asedio de Israel como actos constitutivos de genocidio.
La ex-ministra de educación israelí y dirigente de izquierda, Shulamit Aloni, adoptó hace años esta denominación de las políticas de Israel respecto a los palestinos que están bajo su ocupación. Ya en 2003, ella condenó una atrocidad israelí que parece nimia en comparación con las masacres que Israel acaba de cometer en Gaza al afirmar [11]:
“Así que todavía no existe un genocidio del terrible y único estilo del que nosotros fuimos víctimas en el pasado. Y como me dijo uno de los inteligentes generales [israelíes], nosotros no tenemos crematorios ni cámaras de gas. ¿Es consecuente con la ética judía todo lo que no sea esto? ¿Oyó él alguna vez cómo todo un pueblo decía que no sabía lo que se estaba haciendo en su nombre?”.
Y esto se dijo antes de la devastadora masacre en Gaza.
Según respetadas organizaciones de derechos humanos activas sobre el terreno, la ofensiva militar israelí de 23 días que empezó el 27 de diciembre de 2008 provocó la muerte de más de 1.400 palestinos, aproximadamente un 83% de los cuales son civiles [12] y la destrucción completa o parcial de miles de hogares, de la principal universidad, de 45 mezquitas, de varios ministerios incluyendo los de Educación y Justicia, de decenas de escuelas [13], de un hospital del Creciente Rojo y de decenas de ambulancias [14] y clínicas, así como de miles de fábricas y pequeñas empresas. Se cometieron varias masacres que están bien documentadas. En un tono inusualmente duro, el Comité Internacional de Cruz Roja (ICRC, en sus siglas en inglés, como todas las que vienen a continuación) [15] acusó a Israel de no haber proporcionado atención médica a los heridos y de haber impedido que la ayuda médica llegara hasta ellos, lo que provocó que se desangraran hasta morir. Ambas cosas son graves violaciones del derecho humanitario internacional. Más de 400 niños palestinos murieron durante las tres semanas de bombardeos, muchos de ellos a causa de las quemaduras provocadas por el uso ilegal por parte de Israel de bombas de fósforo blanco.
En el primer día de su ataque a Gaza el ejército israelí causó una destrucción generalizada de la infraestructura civil y mató a casi 200 civiles palestinos, muchos de ellos estudiantes de policía que no eran combatientes, mientras que no murió ningún civil israelí. Sin embargo, los dirigentes occidentales emitieron rápidamente declaraciones expresando su preocupación por la pérdida de vidas y por el sufrimiento de “ambos bandos”, culparon a la resistencia palestina de haber provocado estas atrocidades y absolvieron a Israel de toda responsabilidad con el pretexto de su “derecho a defenderse”.
Sin embargo, destacados juristas internacionales [16] rechazaron categóricamente el argumento de su auto-defensa esgrimido por Israel y le acusaron de cometer crímenes de guerra. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Secretario General de ésta han pedido una investigación imparcial e independiente de los crímenes de guerra. Amnistía Internacional [17], Human Rights Watch [18], las principales organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem [19], la Federación Internacional para Derechos Humanos (FIDH) y la Red Euro-Mediterránea de Derechos Humanos [20], entre muchas otras organizaciones, han acusado igualmente a Israel de cometer crímenes de guerra y han rechazado tajantemente su afirmación de que ejercía su derecho a defenderse, particularmente puesto que Israel fue el primero en violar el acuerdo de alto el fuego con Hamás de junio de 2008 el día 4 de noviembre cuando atacó y mató a 6 resistentes sin que mediara provocación alguna.
Gerald Kaufman, un judío veterano diputado del Parlamento británico por el Partido Laborista comparó alguna de las acciones israelíes con las de los nazis [21]. Lo mismo hicieron Noam Chomsky [22] y el superviviente del Holocausto y académico, Hajo Meyer [23], del grupo A Different Jewish Voice de los Países Bajos. Haciéndose eco de Kaufman, Chomsky y Meyer, destacados intelectuales y académicos británicos judíos compararon Gaza con el Ghetto de Varsovia en una carta publicada en The Guardian [24] y lo mismo hizo la Red Internacional Judía Antisionista en el Día de Conmemoración de Holocausto de este año [25].
Otras políticas coloniales y de apartheid de Israel
Además de Gaza, la sociedad civil palestina y un número cada vez mayor de influyentes abogados de derechos humanos reconocen que el régimen de Israel sobre el pueblo originario de Palestina constituye ocupación, colonización y apartheid. Específicamente, la opresión desde hace décadas por parte de Israel adopta tres formas básicas que son el centro del llamamiento palestino al BDS [26]:
(1) La prolongada ocupación y colonización de Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén y otros territorios árabes,
(2) El sistema de discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel,
(3) La persistente negación de los derechos, sancionados por la ONU, de los refugiados palestinos, el principal de los cuales es su derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares originarios según la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU.
Acabar con estas tres formas de opresión es el requisito mínimo para lograr una paz justa en nuestra región.
La más importante de estas tres injusticia es, sin lugar a dudas, la negativa por parte de Israel del derecho de los refugiados palestinos a retornar. El centro de la cuestión palestina siempre ha sido la difícil situación de los refugiados que fueron limpiados étnicamente durante la Nakba y continúan siéndolo desde entonces. El hecho de que los refugiados son la mayoría del pueblo palestino unido a sus sufrimientos en el exilio desde hace sesenta años supone el reconocimiento de sus derechos básicos, incluyendo el derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares de origen, lo cual es la prueba decisiva de la moralidad de cualquiera que sugiera una solución justa y duradera para el conflicto palestino-israelí. Aparte de los derechos morales y legales, negar los derechos de los refugiados palestinos garantiza la perpetuación del conflicto [27].
Por lo que se refiere a la ocupación [28], nada expresa su profunda injusticia tanto como el colonial Muro de Israel. A pesar de las graves repercusiones que tiene el Muro sobre los medios de vida palestinos, su medio ambiente y los derechos políticos, prácticamente todos los judíos israelíes lo apoyan [29]. Sin embrago, el ex- ministro israelí de Medio Ambiente, Yehudit Naot, protestó por este aspecto específico (medioambiental) del Muro afirmando [30]:
“El muro de separación corta la continuidad de las zonas abiertas y es perjudicial para el paisaje, la flora y la fauna, los corredores ecológicos y el drenaje de los arroyos. Su sistema de protección afectará irreversiblemente a los recursos de la tierra y crea enclaves de comunidades a los que se corta de su entorno”.
Incluso después de que se trasladaran los lirios y de que se crearan corredores para los animales pequeños, el portavoz de las Autoridades para la Protección de la Naturaleza y los parques Naturales de Israel seguía quejándose [31]:
“Los animales no saben que ahora hay una frontera. Están acostumbrados a determinado espacio vital y lo que nos preocupa es que su diversidad genética se vea afectada porque diferentes grupos de población no podrán aparearse y reproducirse. Aislar a las poblaciones a ambos lados del muro definitivamente crea un problema genético”.
Mientras que estaba tan preocupado por el bienestar de las flores silvestres y de los conejos, Israel trataba a los niños palestinos como criaturas de las que se puede prescindir. Tiradores adiestrados profesionalmente disparaban contra ellos durante incidentes sin importancia de lanzamiento de piedras. Por ejemplo, fuentes médicas [32] y organizaciones de derechos humanos, incluyendo Médicos por los Derechos Humanos, han documentado en los primeros momentos de la actual Intifada una pauta en la que se dispara a los ojos [33] y a las rodillas de los niños palestinos con la “clara intención” de hacer daño [34].
Y cuando no había un incidente de lanzamiento de piedras tras el que esconderse, los soldados israelíes lo provocaban. El veterano periodista estadounidense Chris Hedges expuso [35] cómo antes de replegarse fuera de Gaza los soldados israelíes habían provocado sistemáticamente a los niños palestinos que jugaban en las dunas de la zona de Rafah para disparar contra ellos y concluía: “En otros conflictos que he cubierto se ha disparado a niños […] pero nunca había visto a soldados atraer a niños como se atrae a un ratón hacia una trampa y matarlos por deporte”.
Gran cantidad de personalidades, como el arzobispo Desmond Tutu, el ex-presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el ex-Relator Especial de Derechos Humanos de la ONU John Dugard, entre otros, han considerado que las políticas represivas y racistas ejercidas por Israel en los territorios palestinos ocupados en 1967 constituyen apartheid. En la misma línea, el ex-fiscal general israelí, Michael Ben-Yair, escribió en 2002 un artículo en Ha'aretz en el que describía el régimen de Israel en los TPO: “Elegimos entusiasmados convertirnos en una sociedad colonial, que ignora los tratados internacionales, expropia tierras, transfiere colonos desde Israel a los territorios ocupados, está implicada en el robo y encuentra justificación para todas estas actividades … En efecto, establecimos un régimen de apartheid en los territorios ocupados….” [36].
Sin embargo, la aplicabilidad a Israel del crimen de apartheid tal como lo definen las convenciones de la ONU en general o bien se ha pasado por alto inadvertidamente o bien se ha ignorado intencionadamente al ser un tema delicado que tiene todas las posibilidades de suscitar la ira vengativa de los poderosos lobbies en favor de Israel. Con todo, no se puede menos que examinar los hechos y analizar en consecuencia el sistema de gobernanza de Israel.
El argumento más firme que dan (a veces bien intencionadamente) los expertos que rechazan aplicar el calificativo de apartheid a Israel es que la analogía entre éste y Sudáfrica no es exacta y que, en muchos aspectos, la represión de Israel es incluso más severa y requiere una definición totalmente diferente. El problema de este argumento es que asume, bastante incorrectamente, que el apartheid es un sello característico de Sudáfrica y, por consiguiente, se debe demostrar que todo régimen acusado de practicarlo es idéntico al régimen de apartheid sudafricano de antaño. Sin embargo, aunque el apartheid atrajo la atención del mundo entero y recibió su nombre del racista régimen de Sudáfrica, había sido reconocido por Naciones Unidas desde hacía décadas como un crimen generalizado con una definición universal.
La Convención para la Supresión y Castigo del Crimen del Apartheid de 1976 define apartheid [37] como “políticas y prácticas de segregación y discriminación racial similares a las que se practicaron en África del Sur” que tienen “el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlas sistemáticamente, en particular por medios como la segregación, la expropiación de la tierra y la negación del derecho a salir y regresar a su país, el derecho a la nacionalidad y el derecho a la libertad de movimientos y de residencia” (Artículo II). La similitud con Sudáfrica se cita no como una condición sino en reconocimiento de su estatuto como un precedente histórico.
Como se afirma en un reciente y exhaustivo documento de toma de postura del Comité nacional de BDS Palestino [38], el origen de Israel, su legislación y sus políticas contra el pueblo palestino coinciden en buena medida con la definición de apartheid. Los orígenes conceptuales de esta forma única de apartheid de Israel se encuentran en el Sionismo, una ideología racista europea que fue adoptada por la corriente dominante del movimiento sionista (Organización Sionista Mundial, Agencia Judía, Fondo nacional Judío) para reclutar apoyo politico, y justificarlo, para su proyecto colonial de establecer un Estado exclusivamente judío en la Palestina histórica. Los sionistas políticos despreciaron a la población originaria de Palestina como no existente en la famosa consigna sionista de “una tierra sin pueblo”. Al convertir a esta consigna en una profecía de autocumplimiento, las fuerzas sionistas desplazaron por la fuerza de su patria a entre 750.000 y 900.000 palestinos y destruyeron cientos de pueblos palestinos previamente despoblados por ellos en una operación calificada de “limpiar el paisaje” que duró hasta 1960 [39].
El régimen de Israel sobre el pueblo palestino equivale al apartheid precisamente porque presenta muchos de los principales características de este crimen tal como lo define el derecho internacional:
1. La discriminación racial contra los palestinos originarios que se convirtieron en ciudadanos del Estado de Israel se formalizó e institucionalizó por medio de la creación por ley de la “nacionalidad judía, que es distinta de la ciudadanía israelí. En Israel existe la nacionalidad no “israelí” y el Tribunal Supremo [de Israel] se ha negado una y otra vez a reconocer una [sola nacionalidad] ya que eso acabaría con el sistema de primacía judía en Israel. La Ley del Retorno de 1950 da derecho a todos los judíos (y sólo a los judíos) a los derechos de los nacionales, concretamente en derecho a entrar en “Eretz Yisrael” (Israel y los TPO) y a disfrutar inmediatamente de todos los derechos legales y políticos. La “nacionalidad judía” según la Ley del Retorno es extraterritorial lo que contraviene el derecho público internacional referente a la nacionalidad. Incluye a ciudadanos judíos de otros países, sin tener en cuenta si desean pertenecer al colectivo de los “judíos nacionales”, y excluye a los “no judíos” (esto es, a los palestinos) de los derechos nacionales en Israel.
2. La Ley de Ciudadanía de 1952 [40] ha creado un discriminatorio sistema legal a dos niveles según el cual los judíos poseen la nacionalidad y la ciudadanía mientras que los ciudadanos palestinos originarios que permanecen [en Israel] sólo tienen la ciudadanía [41]. Según la legislación israelí, el estatuto de nacionalidad judía va acompañado de derechos y beneficios de primera clase que no se conceden a los ciudadanos palestinos.
3. La Ley del Estatuto Israelí de 1952 autoriza a la Organización Sionista Mundial/Agencia Judía y a sus filiales, incluyendo el Fondo Nacional Judío, a controlar la mayor parte de la tierra de Israel para beneficio exclusivo de los judíos. En 1998 El Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) expresó [42] su grave preocupación por esta ley y afirmó que la confiscación sistemática y a gran escala de tierras y de propiedades palestinas por parte del Estado y la transferencia de estas propiedades a dichas agencias constituye una forma institucionalizada de discriminación, porque estas agencias deniegan por definición el uso de estas propiedades a los ciudadanos no judíos del Estado.
4. Basándose en motivos racistas se ha impedido por medio de la fuerza y de la legislación el retorno de los refugiados y de los desplazados internos palestinos, tal como exige el derecho internacional. Simplemente porque no son judíos, los refugiados palestinos están excluidos del derecho a la ciudadanía en el Estado de Israel según la Ley de la Ciudadanía de 1952. Fueron “desnacionalizados” y devueltos a la condición de refugiados sin Estado en violación de la ley de sucesión del Estado. Sus tierras y otras propiedades fueron confiscadas por el Estado. Los aproximadamente 150.000 palestinos que permanecieron en Israel tras la Nakba de 1948 quedaron bajo un régimen militar (1948 – 1966) similar al regimen actualmente en vigor en los TOP.
Durante décadas la norma ha sido la discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel en cada uno de los aspectos vitales de la vida. Desde al propiedad de la tierra hasta la educación parando por el trabajo y la vivienda, las leyes y las políticas del Estado ha negado la igualdad a los palestinos originarios. Por ejemplo, no se les permite comprar o alquilar tierra en aproximadamente el 93% del territorio del Estado de Israel [43]. Hasta la fecha las encuestas de opinión demuestran que una abrumadora mayoría de judíos israelíes se oponen a la total igualdad con los palestinos originarios del Estado [44]. El hecho de que, a diferencia de los negros africanos bajo el apartheid, los palestinos puedan votar es casi una formalidad, podríamos decir que un formulismo claramente diseñado para proyectar una imagen engañosa de democracia y eludir las bien justificadas acusaciones de apartheid [45].
El apartheid israelí está fuertemente presente incluso en la investigación del cáncer [46]. En junio de 2001 el ministerio de Sanidad publicó un mapa de la distribución geográfica de enfermedades malignas en Israel durante los años 1984-1999. El informe no incluía a una sola comunidad palestina en Israel, excepto Rahat, supuestamente debido a “problemas de presupuesto”. Esta investigación es particularmente importante porque en Israel sólo cuando se demuestra una correlación entre la presencia de lugares contaminantes y la incidencia de enfermedades malignas es posible impedir la instalación de nuevos peligros o solicitar mayores controles medioambientales. Al omitir intencionadamente las ciudades palestinas en sus exhaustivos mapas del cáncer, el ministerio de Sanidad ha dado indirectamente luz verde a los contaminadores para que se trasladen a las ciudades palestinas dentro de Israel, por no hablar de los TPO. Los resultados de esta política sanitaria de apartheid no auguran nada bueno. En las últimas tres décadas el índice de enfermedades malignas entre la población palestina en Israel ha aumentado de 3 a 4 veces en relación a la población judía. Un portavoz del Centro Israelí contra el Racismo comentaba: “El informe ha producido dos grupos diferentes. Uno, un grupo sobreprivilegiado, cuyas vidas son preciosas para el Estado y el ministerio de Sanidad, y un segundo, cuyas vidas carecen de importancia para el Estado”.
Hay que considerar esta discriminación en el más amplio contexto de la percepción que tienen en Israel de los palestinos los principales políticos, intelectuales, académicos y medios de comunicación israelíes como una “amenaza demográfica” que hay que tratar con resolución y de ahí el ascenso de los partidos políticos abiertamente fascistas en las recientes elecciones parlamentarias. Haciéndose eco de un punto de vista popular en Israel, un prominente académico, el general de división (de la reserva) Shlomo Gazit del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos, preconiza: “La democracia tiene que estar subordinada a la demografía” [47]. Y ahora, el fanático dirigente de la derecha israelí Avigdor Lieberman y sus partidarios afirman que la democracia tiene que estar subordinada a la lealtad a la supremacía judía.
La complicidad de los gobiernos occidentales con toda esta abominable violación del derecho internacional y de los derechos humanos básicos ha llevado a muchos analistas a considerar el papel de Occidente como profundamente fallido, tanto moral como legalmente. La total impunidad de la que disfruta Israel le ha permitido presentarse y actuar como un incontrolable “perro rabioso” (una imagen evocada hace décadas por Moshe Dayan y refrendada más recientemente por el historiador militar israelí Martin Van Creveld [48]) en un intento de hacer que los palestinos se sometan a su deseo colonia, de que acepten la esclavitud como su destino.
Más que ninguna otra cosa, esta impunidad criminal y la categórica denegación de derechos es lo que fundamentalmente motivó la campaña palestina de BDS.
Desde el 9 de julio de 2005 prácticamente toda la sociedad civil palestina de todas partes ha estado defendiendo el boicot, la desinversión y las sanciones como una forma eficaz de solidaridad que tiene una posibilidad real de provocar el final de la complicidad occidental con Israel y, por consiguiente, de la ocupación, la colonización y el apartheid de Israel. Desde el mismo momento en que se inició el ataque criminal de Israel contra Gaza y durante este ataque la sociedad civil palestina ha permanecido más unida que nunca en urgir a las personas de conciencia de todo el mundo para que hagan que Israel asuma su responsabilidad por sus crímenes tratándolo como se trató a Sudáfrica durante el régimen de apartheid. En respuesta, sindicatos, grupos de académicos, organizaciones religiosas, partidos políticos, movimientos sociales y otros han adoptado campañas de BDS creativas, acordes con el contexto y sostenibles, desde Sudáfrica hasta Noruega, desde Australia a Canadá, desde Gran Bretaña a Venezuela, e incluso desde el estrado del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas [49].
El terrorismo de Estado de Israel en Gaza, permitido por el prácticamente ilimitado apoyo de Estados Unidos y de los gobiernos occidentales en general, fue un catalizador clave en la difusión y profundización de la campaña de BDS por todo el mundo que hizo que los defensores de los derechos palestinos sintieran que finalmente había llegado nuestro momento sudafricano. Ahora, a nivel de los movimientos de base, se considera a Israel un paria internacional que comete con impunidad crímenes de guerra y que tiene que ser considerado responsable según el derecho internacional y los principios básicos de los derechos humanos.
Sólo las últimas semanas han sido testigo de algunos de los indicios más significativos para datar este fenómeno. El Sindicato Canadiense de Funcionarios (CUPE)-Comité de Coordinación de los Trabajadores de la Universidad de Ontario (OUWCC) en su conferencia anual del pasado mes de febrero apoyó [50] el boicot a las instituciones académicas israelíes. Hace unos días la Fédération autonome du collégial (FAC) de Quebec también se unió a la campaña de BDS [51]. En Durban, Sudáfrica, el sindicato de estibadores afiliados a COSATU se negó a principios de febrero a descargar un bardo de carga israelí [52], lo que nos recordó acciones similares emprendidas contra los barcos sudafricanos durante la época del apartheid. Un grupo de estibadores australianos y un grupo de dirigentes sindicales progresistas estadounidenses suscribieron la acción de BDS sudafricana. En Estados Unidos el College de Hampshire estableció un precedente histórico [53] al anunciar que retiraba sus inversiones en seis compañías que se benefician de la ocupación israelí. De manera significativa, Hampshire fue también el primer college en Estados Unidos en retirar sus inversiones de la Sudáfrica del apartheid en los años setenta. En Gales la Universidad de Cardiff accedió [54] a las demandas de los estudiantes y decidió retirar sus inversiones de compañías que apoyaban la ocupación. Incluso en Francia, donde la campaña de BDS ha tenido que hacer frente a una dura batalla durante años, recientemente un grupo de destacados académicos emitió una declaración [55] apoyando explícitamente la campaña de BDS para acabar con la impunidad de Israel.
Este último fortalecimiento espectacular de la campaña de BDS, especialmente desde la agresión israelí contra Gaza, nos da esperanzas de que un día acabará la impunidad de Israel y la connivencia con él de Occidente, Naciones Unidas y [del mundo] árabe, lo que permitirá que en Palestina y en toda la región florezca una paz genuina. Sólo así la coexistencia étnica tiene una posibilidad real de realizarse.
El poeta alemán de la resistencia contra los nazis, Henk van Randwijk, escribió en su poema “Mensaje a los vivos”:
Un pueblo que cede ante los tiranos
pierde más que el cuerpo y sus bienes
se extinguirá la luz.
El sábado 24 de enero de 2009, dos días después de que cesaran las hostilidades israelíes y a pesar de todas las muertes, la devastación y del trauma, cientos de miles de niños palestinos surgieron casi literalmente de los escombros a los que había quedado reducida la mayor parte de Gaza y acudieron con entusiasmo a sus destrozadas escuelas llevando sus gastadas mochilas, sus maltrechos libros y sus almas heridas. Su agonía era profunda y su ira lo era aún más, pero sus ojos seguían brillando con rebeldía, ambición y esperanza de emancipación. No extingan su luz.
- Omar Barghouti es un analista politico y cultural palestino independiente y miembro fundador de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).Este artículo se basa en una ponencia presentada recientemente en universidades canadienses como parte de la Semana del Apartheid Israelí.
Notas:
[1] http://electronicintifada.net/
[2] Robert Kagan, "Power and Weakness," Policy Review, No. 113, junio de 2002.
[3] la campaña palestina de BDS ha rechazado sistemáticamente toda forma de racismo, incluyendo la islamofobia, el sionismo y el antisemitismo www.BDSmovement.net
[4] http://www.kibush.co.il/show_
[5] http://www.transnational.org/
[6] Ibid.
[7] CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied Palestinian Territory, Bruselas, 7 de noviembre de 2008.
[8] Para más información véase: Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina, Crítica, 2008
[9] http://www.countercurrents.
[10] http://www.guardian.co.uk/
[11] http://www.counterpunch.org/
[12] http://www.pchrgaza.org/files/
[13] http://right2edu.birzeit.edu/
[14] http://www.amnesty.org/en/
[15] http://www.nytimes.com/2009/
[16] http://www.timesonline.co.uk/
[17] http://www.amnesty.org/en/
[18] http://www.hrw.org/en/news/
[19] http://www.btselem.org/
[20] http://www.euromedrights.net/
[21] http://jta.org/news/article/
[22] http://www.zmag.org/znet/
[23] http://alanhartdiary.blogspot.
[24] http://www.guardian.co.uk/
[25] http://www.ijsn.net/home/
[26] http://www.bdsmovement.net/?q=
[27] para más detalles, véase: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity & Ethics, ZNet, 28 de septiembre de 2002.
[28] Cité por primera vez algunos de los siguientes ejemplos en: http://www.pacbi.org/
[29] Editorial de Ha’aretz, A Fence Along the Settlers’ Lines, 3 de octubre de 2003.
[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz, 20 de junio de 2003.
[31] Ibid.
[32] El Dr. Aghlab Khouri del Hospital St. John Eye de Jerusalén explica en su declaración jurada a una organización de derechos humanos el efecto del impacto en el ojo de una bala de metal recubierta de caucho: “Los casos que he tratado durante los enfrentamientos fueron casos de tiros directos a los ojo con balas de metal recubiertas de caucho. Este tipo de bala no es afilada pero tiene un trozo de metal en su interior; golpea el ojo a gran velocidad y causa un impacto que destroza el ojo”.
[33] Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, 6 de noviembre de 2000.
[34] Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force in Israel, Gaza and the West Bank, 3 de noviembre de 2000. http://www.phrusa.org/
[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, octubre de 2001.
[36] http://www.haaretz.com/hasen/
[38] http://bdsmovement.net/files/
[39] Aron Shai, “The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel, 1965 -1969” en: History and Memory, Vol. 18, número #2 (Fall 2006), University of Indiana Press. Véase también: Meron Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy Land, Berkeley: The University of California Press, 2000; Walid Khalidi, “Why Did the Palestinians Leave, Revisited.” Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta, Atlas of Palestine 1948, Palestine Land Society, December 2004; Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina.
[40] En la traducción oficial israelí esta ley de 1952 fue titulada erróneamente “Ley de nacionalidad”.
[41] Roselle Tekiner, "Race and the Issue of National Identity in Israel.”
[42] E/C.12/1/Add.27 del 4 de diciembre de 1998.
[43] http://weekly.ahram.org.eg/
[44] Ha’aretz, 22 de mayo de 2003.
[45] Ronnie Kasrils y Victoria Brittain, Both Palestinians and Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 de mayo de 2005. http://www.guardian.co.uk/
[46] Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to Arab Sector, Ha’aretz, 28 de marzo de 2005.
[47] Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, lunes, 1 de julio de 2002.
[48] http://www.guardian.co.uk/
[49] http://www.jpost.com/servlet/
[50] http://www.pacbi.org/
[51] http://www.pacbi.org/
[52] http://www.pacbi.org/
[53] http://www.pacbi.org/
[54] http://www.pacbi.org/
[55] http://www.pacbi.org/boycott_
==en==
Palestinian communities in Jerusalem, Jaffa, Hebron, the Jordan Valley and the Naqab (Negev), among others, have been recently subjected to some of the worst, ongoing Israeli campaigns of gradual ethnic cleansing intended to “Judaize” their space. Qalqilya is suffocated by the colonial apartheid Wall that surrounds it from all sides, while Nablus is under constant siege. A few months ago, the Palestinian community in Acre was brutally attacked by Jewish-Israeli fundamentalists and xenophobes in one of the worst pogroms witnessed by Palestinians inside Israel. Still, Gaza today stands out as the test of our common humanity and our indispensable morality. A thorough analysis of the role played by Western and some Arab governments in regards to Israel’s criminal war of aggression against Gaza will demonstrate a resounding failure on both accounts. Throughout the atrocious assault, the official West, along with the governments of Egypt, Saudi Arabia, the Ramallah-based Palestinian Authority and the UN leadership,[1] were willing accomplices in Israel’s grave violations of international law and basic human rights.
In words that can quite accurately be used to describe Israel, Robert Kagan, a leading neo-conservative ideologue, justifies hegemonic tendencies as a prerogative of the mightiest [2]:
"The United States remains mired in history, exercising power in the anarchic Hobbesian world where international laws and rules are unreliable and where true security and the defense and promotion of a liberal order still depend on the possession and use of military might."
True to this paradigm, Israel has for decades maintained a regime of occupation, colonization and apartheid over the indigenous people of Palestine through the “possession and use of military might,” in addition to the indispensable collusion of Western powers, whose unconditional largesse has for six decades enabled Israel to maintain and develop its multi-faceted system of colonial oppression against the Palestinian people.
By contributing to Israel’s illegal blockade of Gaza and its criminal war against it, the EU and other Western states have reached a qualitatively different stage of complicity, becoming, more blatantly than ever, full partners in the US-Israeli policy of undermining the rule of law and espousing in its stead the law of the jungle, thereby promoting the Bush-Bin Laden self-fulfilling prophecy of a dichotomous world divided surgically into good and evil, with each side regarding the other as evil.
In response to this fatal alliance of savage capitalism in the West with Israeli racism, exclusion and colonial subjugation, the global movement for boycott, divestment and sanctions, BDS, against Israel presents not only a progressive, anti racist [3], sophisticated, sustainable, moral and effective form of civil, non-violent resistance, but a real chance of becoming the political catalyst and moral anchor for a strengthened, reinvigorated international social movement capable of reaffirming the rights of all humans to freedom, equality and dignity and the right of nations to self determination.
Gaza: the West’s Complicity in War Crimes
As early as 2007, Richard Falk, a prominent international law expert at Princeton University and the current UN Special Rapporteur for Human Rights in the occupied Palestinian territories (OPT), called the Western-supported Israeli siege of Gaza “a prelude to genocide”[4] and, later, “a Holocaust in the making.”[5] Falk, who happens to be Jewish, argued that the siege is especially disturbing because it vividly expresses “a deliberate intention on the part of Israel and its allies to subject an entire human community to life-endangering conditions of utmost cruelty.”[6]
Using more diplomatic language, Sara Roy [7], a Harvard University expert on development in the OPT, accuses the EU, along with the US, of complicity in a deliberate Israeli policy of “de-development” of the OPT, killing any possibility of creating an independent and sovereign Palestinian state. By providing the Palestinians with “tangible benefits such as higher income and improved infrastructure,” Roy argues, the EU was hoping to buy Palestinian support for substantial concessions in the so-called “peace negotiations.” She concludes, “The logic of international law was abandoned in the interest of maintaining a failed political process.”
An examination of the Israeli siege of Gaza, most of whose population are refugees forcibly displaced [8] by Zionists -- and later Israel -- during the 1948 Nakba, can elucidate this “de-development” policy which amounts to collective punishment, as most legal experts agree. During this ongoing -- now 21-month-old -- siege, more than 80% of the 1.5 million Palestinians caged into the world’s “largest open-air prison” have been pushed into poverty and dependency on international humanitarian assistance; the entire economic infrastructure has been systematically decimated, with more than 95% of the factories forced to shut down, driving poverty and unemployment below sub-Saharan African standards; educational institutions have been unable to function properly due to lack of fuel and electricity for prolonged periods; the health care system is on the verge of collapse, and hundreds of patients in need of critical health care, particularly cancer and kidney patients, have died after being denied access to medical facilities outside Gaza.
The longer term effects of the siege are even more daunting.[9] According to the World Health Organization chronic malnutrition and dietary-related diseases have alarmingly increased, resulting in rampant low birth weights; anemia in more than two thirds of all children age one year and younger; and stunted growth in close to 13.2% of children under age five. Moreover, preventable diseases, caused by polluted water and inadequate sewage processing, started spreading wildly. Thousands, mainly children, have suffered serious hearing problems due to Israel’s once concentrated use of sonic booms for weeks on end. A whole generation of Palestinian children in Gaza will suffer severe developmental and psychological disorders for many years to come, health studies have shown. There is also a significant increase already in the rate of incidence of cancer and other deadly diseases directly related to Israeli-inflicted pollution and health care denial.
Reacting to the devastating impact of Israel’s siege, Karen Abu Zayd, the Commissioner-General of UNRWA, warned [10]:
“Gaza is on the threshold of becoming the first territory to be intentionally reduced to a state of abject destitution with the knowledge, acquiescence and — some would say — encouragement of the international community. …Humanitarian and human development work was never meant to function in an environment devoid of constructive efforts to resolve conflict or to address its underlying causes. Indeed, humanitarian work is profoundly undermined in a context where there is implicit or active complicity in creating conditions of mass suffering.”
It is this aspect of the siege, the processes leading to the slow death of masses of people and to inhibiting the development of a generation of Palestinian children that prompted Falk’s eye-opening description of Israel’s siege as constituting acts of genocide.
Former Israeli education minister and leftist leader, Shulamit Aloni, adopted years ago this designation of Israel’s policies towards the Palestinians under its occupation. As early as 2003, she condemned an Israeli atrocity that pales in comparison with the Israeli massacres just committed in Gaza saying [11]:
“So it's not yet genocide of the terrible and unique style of which we were past victims. And as one of the smart [Israeli] Generals told me, we do not have crematoria and gas chambers. Is anything less than that consistent with Jewish ethics? Did he ever hear how an entire people said that it did not know what was done in its name?”
And that was before Israel’s rolling massacre in Gaza.
According to respected human rights organizations active in the field, Israel’s 23-day military offensive, which started on December 27, 2008, led to the death of more than 1,400 Palestinians, approximately 83% of whom are civilians [12], and to the complete or partial destruction of thousands of homes; the leading university; 45 mosques; several ministries, including those of education and justice; scores of schools[13]; a Red Crescent Hospital and tens of ambulances [14] and clinics; as well as thousands of factories and small businesses. Several massacres were committed and well documented. The ICRC [15] accused Israel, in an unusually sharp tone, of failing to provide medical care to the injured and impeding medical relief from reaching them, thereby causing their bleeding to death, both severe violations of international humanitarian law. More than 400 Palestinian children were killed by the three-week long Israeli bombing, many due to burns caused by Israel’s illegal use of phosphorous bombs.
On the opening day of its assault on Gaza, the Israeli military caused massive destruction of civilian infrastructure and massacred close to 200 Palestinian civilians, many of whom were non-combatant police trainees, while no Israeli civilians were reportedly killed. Nevertheless, Western leaders were quick to issue statements expressing concern about the loss of life and suffering on “both sides,” blaming the Palestinian resistance for provoking the atrocities, and absolving Israel of any responsibility under the pretext of its “right to defend itself.”
Leading international jurists [16], however, categorically rejected Israel’s self-defense argument, accusing it of committing war crimes. The UN Human Rights Council and the UN Secretary General have called for impartial, independent war crimes investigations. Amnesty International [17], Human Rights Watch [18], the main Israeli human rights organization, B’Tselem [19], the International Federation for Human Rights (FIDH), the Euro-Mediterranean Human Rights Network[20], among many others, have similarly accused Israel of committing war crimes, completely refuting its self-defense claim, particularly since it was Israel that first violated the June 2008 ceasefire with Hamas on November 4th, when it attacked and killed 6 resistance fighters without any provocation.
Gerald Kaufman, a senior Jewish Labor Party member of the British Parliament compared some Israeli actions to those of Nazis. [21] So did Noam Chomsky [22] and Holocaust survivor and senior academic, Hajo Meyer [23], of A Different Jewish Voice in the Netherlands. Echoing Kaufman, Chomsky and Meyer, prominent Jewish British intellectuals and academics compared Gaza to the Warsaw Ghetto in a letter to the Guardian [24], as did the International Jewish Anti-Zionist Network on this year’s Holocaust Remembrance Day. [25]
Israel’s Other Colonial and Apartheid Policies
Gaza aside, Palestinian civil society and a growing number of influential human rights advocates recognize that Israel’s regime over the indigenous people of Palestine constitutes occupation, colonization and apartheid. Specifically, Israel’s decades-old oppression takes three basic forms which were at the core of the Palestinian BDS Call [26]:
(1) The prolonged occupation and colonization of Gaza and the West Bank, including east Jerusalem, and other Arab territories;
(2) The system of racial discrimination against Palestinian citizens of Israel; and
(3) The persistent denial of the UN-sanctioned rights of the Palestinian refugees, paramount among which is their right to reparations and to return to their homes of origin, in accordance with UNGA Res. 194.
Ending these three forms of oppression is the minimal requirement to achieve a just peace in our region.
The most important of all three injustices is without doubt Israel’s denial of the right of Palestinian refugees to return. The core of the question of Palestine has always been the plight of the refugees who were ethnically cleansed during the Nakba and ever since. The fact that refugees form a majority of the Palestinian people coupled with their 60-year old suffering in exile make the recognition of their basic rights, including their right to reparations and return to their homes of origin, the litmus test of morality for anyone suggesting a just and enduring solution to the Palestinian-Israeli conflict. Moral and legal rights aside, the denial of Palestinian refugee rights guarantees the perpetuation of conflict. [27]
As to the occupation [28], nothing quite captures its immense injustice as much as Israel’s colonial Wall. Despite the Wall’s grave repercussions on Palestinian livelihood, environment, and political rights, a near total consensus [29] exists amongst Israeli Jews in its support. The former Israeli environment minister, Yehudit Naot, however, protested a specific aspect of the Wall, saying [30]:
“The separation fence severs the continuity of open areas and is harmful to the landscape, the flora and fauna, the ecological corridors and the drainage of the creeks. The protective system will irreversibly affect the land resource and create enclaves of communities that are cut off from their surroundings.”
Even after irises were moved and passages for small animals were created, the spokesperson for the Israel Nature and National Parks Protection Authority still complained [31]:
“The animals don't know that there is now a border. They are used to a certain living space, and what we are concerned about is that their genetic diversity will be affected because different population groups will not be able to mate and reproduce. Isolating the populations on two sides of a fence definitely creates a genetic problem.”
While so attuned to the welfare of wild flowers and rabbits, Israel treated Palestinian children as dispensable creatures. Professionally-trained sharpshooters fatally targeted them in minor stone-throwing incidences. For example, medical sources [32] and human rights organizations, including Physicians for Human Rights, have documented in the first stage of the current Palestinian intifada a pattern of targeting the eyes [33] and knees of Palestinian children with a “clear intention” to harm. [34]
And when there was no stone-throwing incident to hide behind, Israeli soldiers had to provoke one. The veteran American journalist Chris Hedges exposed [35] how Israeli troops before their redeployment out of Gaza had methodically provoked Palestinian children playing in the dunes of the Rafah area in order to shoot them, concluding: “Children have been shot in other conflicts I have covered […] but I have never before watched soldiers entice children like mice into a trap and murder them for sport.”
Israel’s repressive and racist policies in the 1967-occupied Palestinian territory have been recognized as constituting apartheid by a host of opinion leaders such as Archbishop Desmond Tutu, former US president, Jimmy Carter, and former UN Special Rapporteur for human rights, Prof. John Dugard, among others. In the same vein, former Israeli Attorney General, Michael Ben-Yair, wrote in a 2002 article in Ha'aretz describing Israel’s regime in the OPT, "We enthusiastically chose to become a colonial society, ignoring international treaties, expropriating lands, transferring settlers from Israel to the occupied territories, engaging in theft and finding justification for all these activities. … In effect, we established an apartheid regime in the occupied territories….” [36]
However, the applicability of the crime of apartheid as defined in UN conventions to Israel itself has, for the most part, been either inadvertently glossed over or intentionally ignored as an explosive subject that has every potential to invite the vengeful wrath of powerful pro-Israel lobbies. Regardless, one cannot but examine the facts and analyze Israel’s system of governance accordingly.
The strongest argument given by -- sometimes well-meaning -- experts who dismiss the apartheid label for Israel is that the analogy between Israel and South Africa is not exact and, in many respects, Israel’s oppression is even more severe, demanding a different designation altogether. The problem with this argument is that it assumes, quite incorrectly, that apartheid is a South African trademark and, therefore, that every regime accused of practicing apartheid must be shown to be identical to South Africa’s apartheid regime of yesteryear. Apartheid, however, although brought to world attention and given its name by the racist regime in South Africa, has been recognized by the UN for decades as a generalized crime with a universal definition.
The Convention on the Suppression and Punishment of the Crime of Apartheid of 1976 defines apartheid [37] as “similar policies and practices of racial segregation and discrimination as practised in southern Africa” which have “the purpose of establishing and maintaining domination by one racial group of persons over any other racial group of persons and systematically oppressing them, in particular by means such as segregation, expropriation of land, and denial of the right to leave and return to their country, the right to a nationality and the right to freedom of movement and residence” (Article II). The similarity to South Africa is cited not as a condition but in recognition of its status as a historic precedent.
As a recent in-depth strategic position paper [38] published by the Palestinian BDS National Committee states, Israel’s origins, laws and policies against the Palestinian people fit to a large extent the definition of apartheid. The conceptual origins of Israel's unique form of apartheid are found in Zionism, a racist European ideology that was adopted by the dominant stream of the Zionist movement (World Zionist Organization, Jewish Agency, Jewish National Fund, among others) in order to justify and recruit political support for its colonial project of establishing an exclusive Jewish state in historic Palestine. Political Zionists dismissed the indigenous population of Palestine as non-existent in the famous Zionist slogan of “a land without a people;” making this a self-fulfilling prophecy, Zionist forces forcibly displaced 750,000-900,000 Palestinians from their homeland and destroyed hundreds of the depopulated Palestinian villages in an operation termed “cleaning the landscape” that lasted until 1960. [39]
Israel's regime over the Palestinian people amounts to apartheid precisely because it displays many of the main features of the crime as defined by international law:
1. Racial discrimination against the indigenous Palestinian people who became citizens of the State of Israel was formalized and institutionalized through the creation by law of a “Jewish nationality", which is distinct from Israeli citizenship. No “Israeli” nationality exists in Israel, and the Supreme Court has persistently refused to recognize one as it would end the system of Jewish supremacy in Israel. The 1950 Law of Return entitles all Jews -- and only Jews -- to the rights of nationals, namely the right to enter “Eretz Yisrael” (Israel and the OPT) and immediately enjoy full legal and political rights. “Jewish nationality” under the Law of Return is extraterritorial in contravention of international public law norms pertaining to nationality. It includes Jewish citizens of other countries, irrespective of whether they wish to be part of the collective of “Jewish nationals,” and excludes “non-Jews” (i.e., Palestinians) from nationality rights in Israel.
2. The 1952 Citizenship Law [40] has created a discriminatory two-tier legal system whereby Jews hold nationality and citizenship, while the remaining indigenous Palestinian citizens hold only citizenship. [41] Under Israeli law the status of Jewish nationality is accompanied with first-class rights and benefits which are not granted to Palestinian citizens.
3. The Israeli Status Law of 1952 authorizes the World Zionist Organization/Jewish Agency and its subsidiaries, including the Jewish National Fund, to control most of the land in Israel, for the exclusive benefit of Jews. In 1998, the Committee on Economic, Social and Cultural Rights, CESCR, expressed [42] grave concern about this law and stated that large-scale and systematic confiscation of Palestinian land and property by the State and the transfer of that property to these agencies constitute an institutionalized form of discrimination, because these agencies by definition would deny the use of these properties to non-Jewish citizens of the State.
4. Return of Palestinian refugees and Internally-Displaced Persons (IDPs), as required by international law, has been prevented by means of force and legislation on racist grounds. Simply because they are not Jews, Palestinian refugees were excluded from entitlement to citizenship in the State of Israel under the 1952 Citizenship Law. They were “denationalized” and turned into stateless refugees in violation of the law of state succession. Their land and other property were confiscated by the State. The approximately 150,000 Palestinians who remained in Israel after the 1948 Nakba were placed under a military regime (1948 – 1966) similar to the regime currently in place in the OPT.
For decades, racial discrimination against Palestinian citizens of Israel in every vital aspect of life has been the norm. From land ownership to education to health to jobs to housing, the indigenous Palestinians have been denied equality by the State’s laws and policies. For instance, they are not allowed, to buy or rent land in about 93% of the state lands of Israel. [43] To this date, polls consistently show overwhelming majorities of Israeli Jews standing in opposition to full equality with the indigenous Palestinians in the state. [44] So the fact those Palestinians can vote, unlike their black African counterpart under South African apartheid, becomes almost a formality, a tokenism of sorts, clearly designed to project a deceptive image of democracy and fend off well-justified accusations of apartheid. [45]
Even in cancer research [46], Israeli apartheid is strongly present. In June 2001, the Health Ministry published a map of the geographical distribution of malignant diseases in Israel during the years 1984-1999. The report did not include a single Palestinian community in Israel, with the exception of Rahat, ostensibly due to “budgetary problems.” This research is particularly important because, in Israel, only when a correlation is shown between the presence of polluting sites and the incidence of malignant disease is it possible to prevent installation of new hazards, or demand tighter environmental standards. By intentionally omitting Palestinian towns in its extensive cancer mapping, the Health Ministry has indirectly given a green light to polluters to relocate to Palestinian towns inside Israel -- not to mention in the OPT. The results of such health apartheid are ominous. In the past three decades the rate of malignant diseases in the Palestinian population in Israel has risen 3 to 4 times higher than among the Jewish population. A spokesperson for the Israeli Center against Racism commented, “The report has produced two different groups. One, an overprivileged group, whose lives are dear to the state and to the Health Ministry; a second, whose lives are of no importance to the state.”
This discrimination must be seen in the wider context of Israel’s perception of Palestinians by leading Israeli politicians, intellectuals, academics and mass media outlets as a “demographic threat” that needs to be dealt with resolutely; thus the rise of openly fascist parties in the recent parliamentary elections. Echoing a popular view in Israel, a ranking academic, Major General (reserve) Shlomo Gazit from the Jaffee Center for Strategic Studies, preaches: “Democracy has to be subordinated to demography.”[47] And now, the fanatic right Israeli leader, Avigdor Lieberman, and his supporters are saying democracy has to be subordinated to loyalty to Jewish supremacy.
The complicity of Western governments in all this horrific violation of international law and basic human rights has led many analysts to view the role of the West as profoundly flawed, both morally and legally. The comprehensive impunity enjoyed by Israel has allowed it to project itself and to act as an uncontrollable “mad dog” -- an image advocated by Moshe Dayan decades ago and endorsed most recently by Israeli military historian, Martin Van Creveld [48] -- in an attempt to make the Palestinians submit to its colonial will, to accept slavery as fate.
This criminal impunity and categorical denial of rights, more than anything else, were the main motivation behind the Palestinian BDS campaign.
Since 9 July 2005, Boycott, Divestment and Sanctions have been advocated by virtually the entire Palestinian civil society everywhere as an effective form of solidarity that has a real potential to bring about an end to Western complicity with Israel and, therefore, to Israel’s occupation, colonization and apartheid. During and ever since Israel’s criminal war on Gaza, Palestinian civil society has stood more united than ever in urging people of conscience all over the world to hold Israel accountable for its crimes by treating it as South Africa was under apartheid rule. In response, unions, academic groups, faith-based organizations, political parties, social movements and others have adopted creative, context-sensitive and sustainable BDS campaigns, from South Africa to Norway, from Australia to Canada, from Britain to Venezuela, and even from the podium of the President of the UN General Assembly. [49]
Israel’s state terrorism in Gaza, enabled by virtually unlimited support from the US and Western governments in general, was a key catalyst in spreading and deepening BDS around the world, prompting advocates of Palestinian rights to feel that our South Africa moment has finally arrived. Israel is now widely perceived, at a grassroots level, as an international pariah that commits war crimes with impunity and that needs to be held accountable to international law and basic principles of human rights.
The last few weeks alone witnessed some of the most significant indicators to date of this phenomenon. The Canadian Union of Public Employees (CUPE) Ontario's University Workers Coordinating Committee (OUWCC) at its annual conference last February endorsed [50] a boycott of Israeli academic institutions. A few days ago, the Fédération autonome du collégial (FAC), Quebec College Federation, also joined the BDS campaign. [51] In Durban, South Africa, the COSATU-affiliated dock workers union refused in early February to offload an Israeli cargo ship, [52] reminding us of similar sanctions taken against South African ships during the apartheid era. An Australian dock workers union and a group of American progressive union leaders endorsed the South African BDS action. In the US, Hampshire College set a historic precedent [53] by announcing its divestment from six companies profiting from the Israeli occupation. Significantly, Hampshire was also the first college in the US to divest from apartheid South Africa in the 1970s. In Wales, Cardiff University acceded [54] to demands by students and decided to divest from companies supporting the occupation. Even in France, where BDS had faced an uphill struggle for several years, a statement [55] was lately issued by leading academics explicitly endorsing BDS to end Israel’s impunity.
The latest spectacular entrenchment of the BDS campaign, especially since the Israeli aggression against Gaza, gives us hope that one day Israel’s impunity and Western, UN and Arab collusion with it will come to an end, allowing a genuine, just peace to flourish in Palestine and the entire region. Only thus can ethical coexistence have a real chance to be realized.
In his poem, Message to the Living, Henk van Randwijk, a Dutch poet of resistance against the Nazis, wrote:
A people giving in to tyrants
will loose more than body and goods
the light will be extinguished
On Saturday, 24 January 2009, two days after the end of Israeli hostilities and despite all the death, devastation and trauma, hundreds of thousands of Gaza’s children almost literally rose from under the rubble that most of Gaza was reduced to and went with enthusiasm to their damaged schools, carrying their torn bags, scarred books and injured souls. Their agony was deep and anger deeper; but their eyes were still shining with defiance, ambition and hope for emancipation. Do not extinguish their light.
- Omar Barghouti is an independent Palestinian political and cultural analyst and a founding member of the Boycott, Divestment and Sanctions (BDS) campaign. (This article is based on a presentation he recently gave at Canadian universities as part of Israeli Apartheid Week).
References:
[1] http://electronicintifada.net/v2/article10089.shtml
[2] Robert Kagan, "Power and Weakness," Policy Review, No. 113, June 2002.
[3] The Palestinian BDS Campaign has consistently rejected all forms of racism, including Islamophobia, Zionism and anti-Semitism. www.BDSmovement.net
[4] http://www.kibush.co.il/show_file.asp?num=22676
[5] http://www.transnational.org/Area_MiddleEast/2007/Falk_PalestineGenocide.html
[6] Ibid.
[7] CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied Palestinian Territory, Brussels, 7 November 2008.
[8] For more on this see: Ilan Pappe, The Ethnic Cleansing of Palestine, Oneworld, Oxford, 2007.
[9] http://www.countercurrents.org/audeh210108.htm
[10] http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2008/jan/23/israelandthepalestinians.world
[11] http://www.counterpunch.org/aloni03072003.html
[12] http://www.pchrgaza.org/files/W_report/English/2008/22-01-2009.htm
[13] http://right2edu.birzeit.edu/news/article706
[14] http://www.amnesty.org/en/news-and-updates/news/ambulance-20090128
[15] http://www.nytimes.com/2009/01/09/world/middleeast/09redcross.html?_r=1&em
[16] http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/letters/article5488380.ece
[17] http://www.amnesty.org/en/appeals-for-action/time-accountability-gaza-and-southern-israel
[18] http://www.hrw.org/en/news/2009/01/27/israelgaza-international-investigation-essential
[19] http://www.btselem.org/English/Gaza_Strip/20090112_Use_of_White_Phosphorus.asp
[20] http://www.euromedrights.net/pages/560/news/focus/68859
[21] http://jta.org/news/article/2009/01/16/1002308/mp-kaufman-likens-israelis-to-nazis
[22] http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20316
[23] http://alanhartdiary.blogspot.com/2009/01/new-nazis.html
[24] http://www.guardian.co.uk/world/2009/jan/10/letters-gaza-uk
[25] http://www.ijsn.net/home/
[26] http://www.bdsmovement.net/?q=node/52
[27] For more details on this, refer to: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity & Ethics, ZNet, September 28, 2002.
[28] I first cited some of the following examples in: http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=124
[29] Ha’aretz Editorial, A Fence Along the Settlers’ Lines, October 3, 2003.
[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz June 20, 2003.
[31] Ibid.
[32] Dr. Aghlab Khouri of St. John Eye Hospital in Jerusalem explains in his affidavit to a human rights organization the effect of the impact of a rubber coated metal bullet to the eye: “The cases that I [have] treated during the clashes were cases of direct shots to the eyes with rubber coated metal bullets. This kind of bullet does not have a sharp end but has a piece of metal inside; they hit the eye with great speed, creating an impact that shatters the eye.”
[33] Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, November 6, 2000.
[34] Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force in Israel, Gaza and the West Bank, November 3, 2000. http://www.phrusa.org/research/forensics/israel/Israel_force_2.html
[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, October 2001.
[36] http://www.haaretz.com/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=136433
[37] http://www.anc.org.za/un/uncrime.htm
[38] http://bdsmovement.net/files/English-BNC_Position_Paper-Durban_Review.pdf
[39] Aron Shai, “The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel, 1965 -1969” in: History and Memory, Vol. 18, issue #2 (Fall 2006), University of Indiana Press. See also: Meron Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy Land, Berkeley: The University of California Press, 2000; Walid Khalidi, “Why Did the Palestinians Leave, Revisited.” Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta, Atlas of Palestine 1948, Palestnie Land Society, December 2004; Ilan Pappe, The Ethnic Cleaning of Palestine.
[40] In the official Israeli translation, this 1952 Law is wrongly entitled “Law of Nationality.”
[41] Roselle Tekiner, "Race and the Issue of National Identity in Israel.”
[42] E/C.12/1/Add.27 of 4 December 1998.
[43] http://weekly.ahram.org.eg/2007/855/re92.htm
[44] Ha’aretz, May 22, 2003.
[45] Ronnie Kasrils and Victoria Brittain, Both Palestinians and Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 May 2005. http://www.guardian.co.uk/education/2005/may/25/highereducation.uk1
[46] Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to Arab Sector, Ha’aretz, March 28, 2005.
[47] Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, Monday, July 01, 2002.
[48] http://www.guardian.co.uk/world/2003/sep/21/israelandthepalestinians.bookextracts
[49] http://www.jpost.com/servlet/Satellite?pagename=JPost%2FJPArticle%2FShowFull&cid=1226404827209
[50] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=954
[51] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=971
[52] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=916
[53] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=930
[54] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=959
[55] http://www.pacbi.org/boycott_news_more.php?id=926_0_1_0_C