Revolución y tiempos políticos
Toda revolución social atesora un conjunto de rasgos y características propias que la hacen singular ante otros procesos revolucionarios, pero sin negar una serie de principios y tendencias que la unen intrínsecamente con cada una de las revoluciones que el ser humano ha forjado.
Esto significa que no existe un método único e infalible de transformación revolucionario, aplicable de manera mecanicista y ahistórica a todo proceso de cambio. Pero a su vez, también advierte contra un relativismo posmodernista que pretende convencernos de todo lo contrario. Nadie puede negar que, por ejemplo, la Revolución cubana, la chilena con Allende y la bolivariana, se desarrollan en momentos históricos y geopolíticos diferentes, y que por lo tanto su metodología y sus “tiempos políticos” son propios. Pero sería un disparate no aceptar que comparten objetivos (socialismo, poder popular, soberanía nacional) y enemigos comunes (burguesía, imperialismo).
La interacción entre orientación económica y correlación de fuerzas en términos políticos es, no sólo constante, sino en muchos casos decisiva en el plano electoral, y en consecuencia trascendental en clave de hegemonía. La burguesía, por ejemplo, en un proceso de intensa lucha de clases, puede activar una estrategia económica de desestabilización, a través del acaparamiento de alimentos, el desabastecimiento artificial y la especulación, con el objeto de derrocar un gobierno revolucionario. Durante el Chile de Allende, aplicaron de manera contundente esta vía, coadyuvando, junto a otra serie de factores, una escalada inflacionaria severa que alteró de manera dramática la estructura económica del país.
En Venezuela, aunque en un escenario diferente, la burguesía lleva más de 2 años aplicando una estrategia similar, e incidiendo junto a otros factores, en un proceso inflacionario que es el más alto de América Latina. Las encuestas advierten que es uno de los problemas más destacados por la población, y algunos analistas lo sitúan como una de las causas de la derrota electoral del bolivarianismo en el referéndum del 2007, y del actual y creciente malestar ciudadano.
La expropiación selectiva de empresas clave en áreas estratégicas económicas, podría no sólo presionar a la baja la carestía de la vida, sino fortalecer políticamente el apoyo de los sectores populares al gobierno bolivariano. No estamos hablando de socialismo, sino simplemente de las tareas fundamentales de la revolución nacional-popular: socialización de buques insignia de sectores estratégicos (finanzas, comercio exterior, distribución y comercialización de alimentos, salud).
Pedro Vuskovic, ministro de economía de Allende, hace ya más de 30 años, tras el golpe de Estado manifestó de manera precisa: “un proyecto con objetivos declarados de transformación socialista es difícilmente compatible con una visión excesivamente ‘gradualista’. El tiempo no trabaja a favor de los objetivos revolucionarios”.
Luismi Uharte