La guerra del Rif

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Experiencia pionera del actual internacionalismo vasco

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Soldados españoles posan con trofeos de guerraEn 1921, los jóvenes vinculados al periódico Aberri, se desvinculan de la reaccionaria Comunión Nacionalista y refundan el originario PNV. Este hecho, acaecido el 4 de septiembre de aquel año, permite a los refundadores profundizar en su conciencia y compromiso internacionalistas. Varios son los factores que favorecen esta profundización. Uno, previo, el haberse liberado del riguroso control ideológico que ejercía sobre ellos la dirección de Comunión Nacionalista. A partir de la ruptura se crea un ambiente más propicio para desarrollar los diferentes compromisos internacionalistas. Hay un factor externo que pone a prueba la voluntad internacionalista de aquel nuevo PNV liberado de lastres reaccionarios: la guerra del Rif.

 

La guerra colonial del Rif

 

El año 1919 se desatan las hostilidades en el norte de Marruecos. España declara una guerra colonial en toda regla a los independentistas que se han hecho fuertes en las montañas del Rif. El ejercito español quiere y necesita resarcirse de las derrotas coloniales que había sufrido a finales del s. XIX. Considera que la distancia está, en este caso, de su parte; no es lo mismo trasladar tropas y pertrechos a Filipinas o a Cuba que hacerlo a las inmediatas costas de África. España afronta el reto dando por hecho que la campaña norteafricana sería corta y brillante pero sus cálculos vuelven a fallar.

 

Abd el Krim

Abd el Krim

 

La tenaz resistencia de los rifeños convierte la intervención en una guerra prolongada que acarrea innumerables bajas al ejército colonial. A medida que se prolonga la guerra y se multiplican las bajas, la sociedad va tomando posiciones frente al conflicto que tiene un doble componente: nacional y de clase. La burguesía española se deshace en homenajes a los soldados que son enviados al frente pero hace todo lo posible para que sus hijos no participen en las luchas; quien tiene recursos paga el relevo para que los pobres sustituyan en África a los hijos de los acaudalados. El enfrentamiento armado tiene en Euskal Herria una connotación especialmente dolorosa. Suprimidos los fueros tras las derrotas carlistas, los jóvenes vascos se ven obligados a participar, por vez primera, en un ejército que les resulta ajeno y en una guerra colonial que les es impuesta. La campaña del Rif, con un costo cada vez mayor en vidas humanas, desata un fervor patriotero en el que participan todos los sectores sociales españoles. Esta oleada de imperialismo colectivo se mueve en torno a dos ejes: Los “moros”, personificados en el líder Abd El Krim, son la encarnación de la perfidia y crueldad. Por otro lado, tanto la derecha como la izquierda españolas se posicionan al lado del ejército; la guerra que responde a intereses económicos de las compañías comerciales que explotan el norte de África, es presentada como una lucha en defensa de la unidad nacional.

 

Los militantes del refundado PNV, lo mismo que los anarquistas y comunistas, adoptan una actitud internacionalista, abiertamente contraria a aquella guerra. Reivindican el derecho que tienen todos los pueblos a ser soberanos; justifican la opción armada de los insurgentes como la única forma posible de liberarse del yugo colonial. Maldicen de la legislación española que, tras la abolición de los fueros, obliga a la juventud vasca a participar en estas guerras coloniales españolas. Hacen un elogio de quienes desertan del ejército para no intervenir en una guerra injusta y clasista. Frente a la total descalificación del “moro”, defienden a los campesinos pobres de Marruecos como militantes activos de una lucha liberadora. Revalidan como admirable y ejemplar la figura de Abd El Krim, líder del levantamiento. Se dotan de una fuente de información alternativa que garantice el punto de vista de los independentistas alzados; el periódico Aberri cuenta con la colaboración permanente de Al- Adul Rabi Arab, periodista marroquí de tendencia nacionalista. En fin, exigen a la Monarquía y al Gobierno del Estado la responsabilidad de tantos jóvenes muertos.

 

soldados españoles cabezas Rif

Soldados españoles sostienen cabezas de bereberes (amazigh) como trofeo de guerra

 

Este posicionamiento crítico suscita las iras de gran parte de la población del Estado. El Gobierno persigue el internacionalismo que se manifiesta contrario a la guerra; sus portavoces son multados y reiteradamente encarcelados. La fanatizada sociedad española maldice de ellos. Tienen que hacer frente, de un modo especial, a los continuos ataques que les llegan desde las filas socialistas. Estos, liderados por Indalecio Prieto, se alían con la Monarquía, justifican la guerra y denigran a los desertores.

 

Rasgos identificatorios

 

Salvadas las diferencias cronológicas y políticas, es interesante constatar los rasgos definitorios de aquel internacionalismo emergente. Aunque ha pasado casi un siglo desde entonces, muchos de sus rasgos tienen vigencia en la actualidad

 

  • La xenofobia subyacente a toda intervención colonial: desprecio a las poblaciones sometidas y desprecio convertido en odio cuando éstas reclaman su independencia. En el caso de la guerra del Rif se reaviva el proverbial odio a los “moros”. Toda intervención internacionalista se asienta, por el contrario, en un gran respeto al oprimido, en la valides de sus reclamaciones y en la justeza de su lucha emancipatoria.

 

  • La vinculación entre los conflictos de clase y de pueblo. Vinculación que se produce cuando se da el acto de conquista y se manifiesta con evidencia en los procesos de independencia. El nacionalismo de Aberri captó con nitidez ambos rasgos. Su internacionalismo fue una respuesta adecuada a las dos problemáticas que se hallaban íntimamente relacionadas y marcó precedentes para el posterior internacionalismo vasco: entre independencia y revolución no hay contradicción.

 

  • El papel alienado del socialismo español. Aunque reivindicaba en aquel tiempo su carácter proletario, se plegó al proyecto capitalista y colonial del Estado. Adoptó una actitud combativa frente a la práctica de la deserción, gesto de insumisión al capitalismo colonial que promovía la guerra. Aunque se reivindicaba como internacionalista, negó a los sublevados el derecho a la soberanía y persiguió a quienes la reivindicaban en el Estado. Lo mismo que ahora, hizo prevalecer por encima de todo la unidad nacional de España.

 

  • Ya entonces, la práctica consecuente del internacionalismo constituía delito. No es de extrañar que los internacionalistas actuales estén continuamente en el punto de mira de la represión.