Si bien al hacer referencia al Sahara la primera imagen que se nos viene a la mente es la de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y los campamentos de refugiados de Tinduf, la ocupación del Sahara Occidental por Marruecos constituye una realidad sangrante todavía en 2012.
Invisibilizada en los medios de comunicación, sólo nos llegan noticias muy esporádicamente, cuando tiene lugar algún suceso que, por sus dimensiones, consigue superar la censura impuesta por la monarquía alauita, como fue el caso del sangriento desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik en noviembre de 2010.
La ocupación del Sahara occidental tras la retirada de las fuerzas ocupantes españolas en 1975 se ha llevado a cabo utilizando las herramientas habituales de los estados expansionistas: ocupación militar, instauración de un estado policial torturador, invasión del territorio mediante colonos, prohibición de medios de comunicación y organizaciones disidentes, subordinación de la actividad económica a los intereses de la metrópoli y colonización cultural que intenta destruir los rasgos lingüísticos y culturales del pueblo ocupado.