Jesús Valenciaren iritzi artikulua – Naiz - Borroka Garaia
Numerosas organizaciones vascas y personas amigas hacen cola en la puerta de la Audiencia Nacional a la espera de ser juzgadas por dicho tribunal foráneo. Entre ellas, Askapena. No conozco un solo Estado democrático que criminalice la solidaridad; los otros, los despóticos que se rigen por legislaciones excepcionales y represivas, sí. Es comprensible: no soportan que las clases oprimidas y los pueblos colonizados entrelacen sus manos y se apoyen.
Askapena nació en octubre de 1987, y desde entonces ha proclamado con orgullo sus señas de identidad. Se define como «organización vasca que promueve la liberación de todos los pueblos, incluido el suyo». Su credencial no deja lugar a dudas. Se reivindica parte de un pueblo soberano; nación diferenciada y todavía sometida; ocupada desde hace siglos por dos imperios que se forjaron y viven sojuzgando gentes. Mensaje que legitima la lucha por la liberación vasca y que plantea a otras gentes la conveniencia de implicarse solidariamente en ella.