Nos repiten mil veces por TV, por internet, desde los partidos institucionales, y repetimos por las redes sociales, en conversaciones de taberna, que la extrema derecha, el fascismo, los nazis se están empoderando significativa y peligrosamente en todo el mundo. También en EH nos enfrentamos a esta postverdad.
El autoritarismo siempre ha existido, allá y aquí, unas veces escondido debajo de las piedras, otras invisibilizado por su prescindibilidad, ahora el Capital lo necesita otra vez en los medios y en las calles. La extrema derecha es intrínseca y consustancial al Capital. No se crea, no se construye, solo se renueva según las necesidades y el “ordeno y mando” del Capital.
Sin embargo, ¿no será que en realidad todas las sociedades de la civilización capitalista e imperialista han sufrido una deriva en bloque hacia la derecha y dejado vacío el espacio de la izquierda?
La socialdemocracia hoy es meramente capitalista-liberal, porque las condiciones para poder reformar el mundo, los Estados y gobiernos han sido eliminadas por el Capital. La izquierda utiliza su discurso radical en ciertos resquicios de libertad de expresión que deja el mercado del marketing proselitista solo mientras garantice que nunca habrá acción coherente con estos discursos y promesas. La izquierda revolucionaria no existe, pero haberla, hayla, como las brujas y los fantasmas.
Frente a esto, valoramos que hay y habrá solo dos opciones:
Una, por ahora aparentemente hegemónica, hacer de la lucha una mera representación teatral para ser consumidos, digeridos y defecados por el Capital. Es decir, hacernos un hara-kiri político y cometer suicidio ideológico colectivo, aceptar la asimilación con individualizada paz interior, religiosa resignación masiva o alienada indignación cínica, y votar democráticamente el mal menor.
O dos, aceptar las consecuencias de la lucha contra este escenario dantesco que inexorablemente significará sufrir represalias, sacrificios, exilio interno y externo, presos y presas políticas, tortura, muertes .... Pero todo ello no es para mejorar nuestras condiciones de vida, sino para posibilitar a alguna futura generación la victoria definitiva sobre el Capital: su aniquilación. No existe atajo alguno ni hoja de ruta alguna para acuerdos de paz, reconciliación, coexistencia o supervivencia de la humanidad con el Capital.
Qué hacer ante un Estado que no cumple con su supuesto único cometido: garantizar las necesidades básicas de su población y de sus futuras generaciones. En Euskal Herria no tenemos Estado que cumpla. Aquí, en el Uruguay, considerando la producción y distribución de alimentos y la deficiencia de agua saludable, tampoco. Si el Estado y gobierno cumple más con el Capital y sus poderes fácticos que con la población, solo queda el derecho a la rebeldía organizada: la objeción de conciencia, la desobediencia, la insumisión,… y la construcción de otro Estado popular con el cual cumplir. Para ello y para defender al nuevo Estado solo cabe desarrollar la solidaridad de clase y el internacionalismo revolucionario.
Valga citar la consigna de “crear uno, dos, tres … y mil Vietnams”, pero sin recortarla. Lo que escribió el Che: “¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!”
Por eso:
¡Viva la memoria histórica!
¡Viva Fernando Morroni y Roberto Facal¡
¡Viva la ternura internacionalista entre todos estos pueblos!
Hamaika Herri Borroka Bakarra!